viernes, 27 de junio de 2008

¡PASEN Y VEAN QUÉ LINDAS TOLDERÍAS!

“Llegamos a tierra firme
con nativos pronto dimos.

Nos descubrieron.
Por fin nos descubrieron.

Y en convite conocimos
sus tolderías.

Pasen y vean
qué lindas tolderías”

Les Luthiers; “Cantata del adelantado don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierras de Indias, de los innumerables acontecimientos en los que se vio envuelto y de cómo se desenvolvió”


Nadie sabe si fue con la intención de demostrarle al “Cirque du Soleil” que en la Argentina se puede montar una carpa, sin necesidad de contar con acróbatas, contorsionistas, malabaristas y clowns conocedores de su oficio; ni por qué, ni para qué se montó semejante “toldería” en la Plaza de los Dos Congresos.
Quiero creer que no se trata de un método pedagógico con el cual unos pretendían “enseñarles a legislar a los legisladores”, o el ambicioso “Sitio de Leningrado” con el que otros defenderían la distribución de la riqueza, que cada vez se demora más en llegar.
Lo cierto es que aquí, con unos pocos payasos patéticos e improvisados, y unos cuantos móviles periodísticos, dispuestos a chupar más frío que los desvalorizados pingüinos, alcanzó para montar un circo “sudaca”, “berreta” y “pavo”, más lastimoso que un falso mariachi, cantando “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda; pero sigo siendo el rey”.
Claro que la culpa no la tiene sólo el estúpido que siente estar reviviendo “el grito de Alcorta”, aunque ahora esté del lado de los arrendatarios; ni el frustrado “Dany el rojo” que ahora defiende a un gobierno; sino también “los que le dan de comer”; los que les ponen micrófonos, cámaras y escriben ríos de tinta y gastan mares de saliva describiendo lo indescriptible, como si estuvieran ante un campo de refugiados en la franja de Gaza, o en una guerra étnica en Somalia.
Por no hablar de los que se horrorizaron ante el inicio del “camping gesellino en pleno Buenos Aires”, llenando los contestadores telefónicos de las radios, y después se vanagloriaron de “la carpa verde”, como si la legitimidad de una causa o una lucha la certificara una autorización municipal.
Cuando no se tienen luchadores ejemplares que honrar, -vivos o muertos-, la honra la dan un sello, un membrete y una firma.
Y como para que “la capacidad de asombro de la pavada ajena” no quedara insatisfecha; aparecieron los muñecos inflables: “el toro Alfredo”, “el Pingüino Néstor”(¿la Presidenta no era Cristina?) y “los huevos K”(¿qué tienen que ver los huevos en el gobierno de una Presidenta?).
Como escribió esta semana el periodista Orlando Barone: “el toro es un animal perdedor”; su mayor demostración de coraje consiste en atropellar un trapo rojo, para que lo mate y se luzca un torero, quien le cortará la oreja y la ofrecerá como trofeo. Los pingüinos son animales sufridos, y no se caracterizan, precisamente, por su fiereza. Y la mención a los huevos, siempre me pareció una compadrada de petisos voluntariosos y pendencieros, sin técnica, ni inteligencia.
Lo inflable siempre es “masturbatorio”. Es mucho más “del hombre que es guapo”(al decir de Gardel en “Tomo y obligo”) llorar ante el retrato de una dama que nos abandonó, que mandarnos a hacer una muñeca inflable que reproduzca o acreciente sus atributos.
Y como si no pareciera que venimos de un conflicto que duró ciento y pico de días, caracterizado por el desabastecimiento, el aumento de precios, la parálisis económica, la extorsión, la hipocresía, la irresponsabilidad dirigencial, la desestabilización institucional, y el desacierto, la “mayor democracia” se convirtió en el piso de un programa de Mauro Viale, y los diputados y senadores terminaron más vapuleados que el jurado de “Bailando por un sueño”. Con la diferencia que a éstos los contrata Tinelli, y a los otros los elige la voluntad popular a través del voto secreto y obligatorio, según la denominada “Ley Sáenz Peña”, de 1912.
Quizás, motivados por el trigésimo aniversario del mundial de fútbol de 1978, todos aquellos que tenían algo que decir acerca de la “Resolución 125” se abalanzaron sobre las comisiones de Presupuesto y Hacienda, y de Agricultura y Ganadería, de ambas Cámaras del Congreso Nacional, como si estuvieran ante un tiro de esquina, en el último minuto de una final del la Copa del Mundo. Todos a cabecear, a buscar el empate con el flequillo y los cordones. Todos abajo del arco, a defender el uno a cero con uñas y dientes.
El sentido común le dice a cualquiera que haya terminado séptimo grado que es muy difícil legislar en estas condiciones “asamblearias”. Mucho menos llegar a una solución del conflicto. Y muchísimo menos, poder establecer una Política de Estado para cualquier sector.
Mientras, en el “camping” de la Plaza de los Dos Congresos, unos cantan “Luna cautiva” del Chango Rodríguez(pero se olvidan de la “Milonga del peón de campo”, de Yupanqui); otros cantan “Hasta siempre” de Carlos Puebla, o “Para el pueblo lo que es del pueblo” de Piero, o “Rasguña las piedras” de Sui Géneris, como si esas guitarreadas aportaran algo a uno de los debates más serios de la sociedad argentina, en veinticinco años de democracia.
Afortunadamente, enfrente a la “carpa verde”(¿se llamará así por los dólares recaudados por la exportación de granos, a pesar de ser blanca?), queda el cine Gaumont. Adentro, está “Aniceto”, la última película de Leonardo Favio. Un triunfo modesto y secreto de la belleza, contra la pavada y la mediocridad pública que “berretea” todo desde afuera.

Buenos Aires, 27 de Junio de 2008

viernes, 20 de junio de 2008

Y SE VINO EL ZURDAJE, NOMÁS

“Me dijeron que en el reino del revés
nada el pájaro y vuela el pez..”

María Elena Walsh, “El reino del revés”

“¿Qué culpa tiene el tomate
de estar tranquilo en la mata?
¿Qué culpa tiene el tomate
de estar tranquilo en la mata?
Si viene un hijo de puta
Y lo mete en una lata
Y lo manda pa´ Caracas”

Canción popular de la Guerra Civil Española
Y

Yo era chico cuando me decían que los que hacían huelga eran los trabajadores, la mayoría morochos y peronistas, o zurdos resentidos, y que eran capaces de hacerle la vida imposible a cualquier gobierno decente, sea éste democrático o de facto.
Luego crecí, y viví los trece paros que el finado Ubaldini le hizo al gobierno de Raúl Alfonsín. Aunque éste, después, no tuvo que entregar el gobierno anticipadamente, por una huelga por tiempo indeterminado, convocada por la CGT; sino por un “golpe de mercado” que hoy nadie se atreve a desmentir.
Ya estaba crecidito cuando no hubo más huelgas y paros; o, si los hubo, no ocupaban las primeras planas de los diarios, ni parecían embromarle la vida a nadie. Salvo “la carpa blanca”, a la que ningún famoso se privó de ir a sacarse una foto disfrazado de maestro.
Por esa época, en Cutral-Co, en Zapala, y en Jujuy, aparecía una nueva modalidad de lucha y de reclamo de los desocupados: el corte de ruta.
Claro. Un trabajador puede realizar un reclamo mediante una huelga. Pero un desocupado; ¿a quién le va a hacer una huelga? Vive en una huelga involuntaria permanente.
Así nació el corte de ruta o piquete(invento tan argentino como el colectivo, el dulce de leche, la picana eléctrica, la convertibilidad, el corralito, la obediencia debida y el punto final). Pero, como entonces, éstos ocurrían lejos de Buenos Aires y de “los centros urbanos”, apenas ocupaban un lugar marginal o “de relleno” en los grandes medios nacionales e independientes; incluso cuando la represión de uno de ellos le costó la vida a Teresa Rodríguez.
Paralelamente, otro invento argentino hizo su aparición en escena, fruto de las leyes de impunidad y de los indultos presidenciales de Carlos Menem: “los escarches”.
Las violaciones a los derechos humanos no podían ser juzgadas(excepto el robo de bebés), por lo que los descendientes de los desaparecidos producidos por el terrorismo de Estado, conformaron la agrupación H.I.J.O.S., quienes inauguraron la modalidad de realizar un acto público de repudio frente a la vivienda de ex represores y/o torturadores, para que sus vecinos supieran junto a quien convivían.
Tanto los piquetes como los escarches eran rechazados por “las sociedades decentes de los centros urbanos”, las mismas que pasaron de decir “algo habrá hecho” a disculparse con el “yo no sabía nada”.
Luego, mientras la convertibilidad iba dejando de ser una solución a la inflación, y la hipoteca que implicaba su sustento se iba haciendo evidente, los piquetes se fueron acercando a los centros urbanos, y algunos de sus líderes pasaron a integrar los elencos estables de los programas televisivos de Mauro Viale, Mariano Grondona y Luis Majul, como “simples bichos raros marginales” que llamaban la atención, por representar lo que no le ocurría al público ABC1.
Pero, a fines de 2001, hubo algo que trastocó todo: el corralito.
“Las sociedades decentes de los centros urbanos” se sintieron equiparadas a esos “monigotes” que rechazaban y despreciaban, e inventaron el ya clásico “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, y así se llevaron puestos a los gobiernos provisionales de Puerta, Rodríguez Saa y Camaño; y los aquietó el “quien depositó dólares recibirá dólares, quien depositó pesos recibirá pesos” de Eduardo Duhalde.
Pero a éste, también se lo llevó puesto una de estas nuevas modalidades. La represión de un piquete en el Puente Pueyrredón causó la muerte de Maximiliano Kostecki y Darío Santillán, y a Duhalde no le quedó más remedio que llamar a elecciones.
Yo hacía rato que me recortaba las canas de la barba cuando “el chirolita de Duhalde” asumió con más pobres e indigentes que votos, la soja se volvía obligatoria hasta en las macetas de los balcones, y “las sociedades decentes” comenzaban a recuperar paulatinamente su nivel de consumo, abandonaban las cacerolas y a la lucha con los piquetes que era una sola, para reclamar represión.
La palabra “piquetero” se equiparó al “negro de mierda” o “cabecita negra” de otras épocas.
Yo ya había cumplido cuarenta años y las cosas estaban claras. Por un lado estaban “los que hacen” y por el otro “los piqueteros”.
Yo ya era bastante más que “un muchachón” cuando los que cortaban las rutas y las calles eran los que se caían del barco, y para los que nunca alcanzaban los salvavidas; y no los que tomaban whisky con el comandante, y le pedían a éste que a los otros los tirara al medio del mar.
Ahora no. Ahora es al revés. Los que dicen “¡esto es a ganar o ganar!”, o “¡esto es a todo o nada!”(versión sojera del guevarista “¡hasta la victoria siempre!”), son los que no quieren convidar, ni un traguito de whisky ni un cachito de salvavidas, y nadie los llama piqueteros.
Yo creo que tenía un par de kilos más que ahora, cuando “el gran cuco” eran las huestes patoteras de los Moyano(padre e hijo), que podían paralizar el país cuando se les cantara.
Ahora no. Ahora son los patrones de las huestes de Moyano, los que paralizan el país, y nadie los llama patoteros.
Yo creo que todavía tenía la muela del juicio(me la saqué hace un mes), cuando la gran amenaza para la economía era la inflación que podían producir los pedidos de aumentos de salarios que se avecinaban ante las inminentes paritarias.
Ahora no. Ahora son los patrones los que nos provocan desabastecimiento e inflación, y nadie los señala.
Yo creo que, hace un año, recién me había comprado el pulóver que tengo puesto, cuando era moneda corriente escuchar que los taxistas estaban con Macri, por las coincidencias entre éstos y el entonces candidato con respecto a cartoneros, piqueteros y demás.
Ahora no. Ahora los taxistas son todos kirchneristas, aunque escuchen a Baby Etchecopar y se mueran por atropellar cartoneros.
Yo hacía más de veinte años que usaba lentes cuando se derogaron las leyes de impunidad, y los escraches dieron paso a los juicios por la verdad.
Ahora no. Ahora los escraches los hacen los que siempre los rechazaron, y no contra personeros del terrorismo de Estado; sino contra representantes y autoridades democráticamente elegidos, hace, apenas, ocho meses.
Desde antes que me salieran los primeros pelos de esta barba que hoy tiene canas, estuve acostumbrado a escuchar y padecer acerca del procedimiento que se utilizaba en muchas empresas, que consistía en pagar los sueldos con atraso.
Ahora no. Ahora, en algunas empresas que tienen sus oficinas en “la city”, se les paga a los empleados el sueldo, quince días antes, para que vayan a comprar dólares.
Y después se dice que lo del golpe es una exageración.
Y para terminar. Yo ya era un hombre hecho y derecho cuando el dólar llegó a cuatro pesos, y muchos respetables “columnistas estrella”(Morales Solá, Laje, Paluch, Silvestre, Escribano y Bonelli) hablaban de que llegaría a diez pesos. Yo compré a cuatro. ¿En vez de hablar tanto de las retenciones, me pueden decir cuándo va a llegar a diez, así vendo lo que hoy vale tres?
Al final, la única que tenía la posta era Mirta Legrand, cuando dijo que se venía el zurdaje. Y se vino nomás. Pero un “zurdaje patronal”.
Hasta la Sociedad Rural Argentina hoy dice “La lucha continúa”.
Y yo, que ya soy un hombre grande, me miro la barba en el espejo y escucho “A desalambrar” de Viglietti; y no sé qué hacer con la barba, ni con el disco. ¿Qué hago? ¿Cambio el pulóver peruano por uno de “La Martina”?

Buenos Aires, 20 de junio de 2008

jueves, 12 de junio de 2008

EL SHOW; ¿DEBE CONTINUAR?

“No basta la buena voluntad si intentas apagar el fuego con gasolina”
Roberto Fontanarrosa; “Nuevos aforismos de Ernesto Esteban Etchenique”

Quién sabe si hay que pasar por lo pasado para no poder llegar nunca a ese lado al que todo el mundo dice querer llegar, y hace todo lo necesario para impedirlo. Porque no hay invocación al diálogo, ni a gestos de grandeza, ni defensor del pueblo, ni estadista requerida, ni demostración de intención de distribución de la riqueza que valga, cuando el protagonismo es el objetivo, la desmesura es el método, y el freno al crecimiento y al desenvolvimiento normal de la sociedad es el resultado del que nadie se hace cargo. Ni del fuego, ni del combustible.
Y el sayo le cabe a todos los protagonistas, incluidos los actores de reparto y extras que lo único que fueron y son capaces de hacer fue y es disputar su lugar en el cartel de este music-hall que, día a día, se va convirtiendo en una comedia dramática; y en la que ninguno de los actores, técnicos y acomodadores es capaz de reconocer a los guionistas y/o autores del sainete.
Y si lo hacen, es para denunciar la convivencia de éstos con “el otro”, como si formaran parte del “cabaret”, después de una eliminación de Boca, en la Copa Libertadores de América.
Y al público, no le queda más remedio que asistir a un espectáculo que no quiere presenciar, que ya no le interesa ni como excusa para expresar su bronca estética, psicológica o de género; que quiere que termine de una vez; irse a comer una pizza a Banchero, Las Cuartetas o El Palacio de la Pizza, caminar un rato por Corrientes, mirar unas vidrieras y volver a casa en taxi o en colectivo, comentando distintas partes de un show que ya no tiene nada de entretenimiento, y mucho menos de emotivo.
Los únicos que se emocionan en cámara son quienes no se resignan al paso de sus cinco minutos de fama, y pretenden prolongarla como si disputaran su permanencia en “Bailando por un sueño”, bajo el título de “autoconvocados”; es decir; no responden a “las entidades” que dicen representarlos; o no quieren decir a quienes verdaderamente representan.
Por lo tanto; ¿ante quienes dialogar, si quienes se arrojan su representatividad no los contienen y se dicen “sobrepasados por sus bases”? ¿Ante quienes el Ombusman quiere mediar, y la Iglesia Católica dice que no, aunque se muere por hacerlo? ¿Ante quienes tener un gesto de grandeza? ¿Ante quién intentar demostrar una implementación social del sentido de las retenciones? ¿Ante el “Elogio de la ignorancia” de De Ángelis? ¿Ante “las suspicacias” de Joaquín Morales Solá? ¿Ante las cadenas de emails que llaman a cacerolazos de teflón con consignas de peluquería?
Quizás hoy todos estemos secuestrados y la mayoría de los medios de comunicación no se den, o no quieran darse cuenta, o estén cómodos siendo voceros de los secuestradores, haciendo oídos sordos a los reclamos de los secuestrados. Es decir; todos nosotros.
Quizás el rescate sea el más alto de la historia, y sin prueba de vida que garantice la buena voluntad de la contraparte, y sin que nadie denuncie su brutalidad. Aunque la buena voluntad se ahogó en la sopa.
Nos queda el consuelo de que a la Madre Patria le pasa lo mismo que a nosotros. Huelga de transportistas, piquetes y peligro de desabastecimiento.
Seguramente, Moyano también metió la cola allí.

Buenos Aires, 12 de junio de 2008