jueves, 23 de septiembre de 2010

“LUGAR COMÚN; LA SOBREACTUACIÓN”


“Cantor para cantar, si nada dicen tus versos,
ay, para qué vas a callar al silencio…”

Carlos Carabajal y Pablo Trullenque; “Entre a mi pago sin golpear”



Hoy, parece mentira que hayan pasado treinta y siete años de la publicación del libro de Tomás Eloy Martínez “Lugar común: la muerte”, referido a “la masacre de Trelew”.
Por suerte, los tiempos han cambiado.
Y “el lugar común”, hoy, es otro.
Estas últimas semanas, nos detengamos en el tema que nos detengamos, el “lugar común” parece ser “la sobreactuación”.
No importa de qué lado estemos.
Del lado de “TN” o del de “6-7-8”.
El que no sobreactúa, no sale en la foto, o se queda sin postre.
Tampoco importa si hablamos del caso “Píparo”, o de “Papel Prensa”; de las tomas de las escuelas, o del ex fiscal Strassera; del procurador santacruceño o de la extradición del guerrillero Apablaza; de la amenaza al periodista Alfredo Leuco, o de los goles y los records de Martín Palermo.
Todo al gusto de la lógica de “el pulpo Paul”.
Sucede que, tanto el enunciado de un tema, como las distintas posturas, al igual que la cobertura informativa de un hecho cualquiera, están cargadas de una épica desmedida.
Y cuanta más nafta se le eche al fuego; mejor.
Así, mientras unos denuncian que “la Argentina se parece, cada día más, a Cuba”; hay quienes se sienten “los barbudos que bajan de la Sierra Maestra”.
Pero, desde sus puestos de “francotiradores”, y desde los 140 caracteres que permite Twitter.
Mientras, un periodista se esmera en “sobreactuar” el papel de Rodolfo Ortega Peña (sin el final, por supuesto), y en describir la Argentina del 2010 como si fuera la de 1975; y otros se esfuerzan en parecerse a los redactores de la revista “El Caudillo”.
Y, mientras uno recuerda qué hizo el otro, durante la última dictadura militar; el otro le recuerda a el uno “qué hiciste, tú, en la guerra, papá”.
Y, a pesar de que se maten a piedrazos, ninguno está “libre de pecado”.
El “trigo límpio” brilla por su ausencia, y hasta “el que no quiere oír, también, oye”.
Sobreactuar es poner un énfasis excesivo a un parlamento limitado.
Por ejemplo; decir “la mesa está servida” con una calavera en la mano, y con la intensidad del “Be or not to be”, de Shakespeare.
Lo bueno es que muchas máscaras se caen, y ningún rey puede decir que no estuvo desnudo.
Se trate del Rey que sea.
¿Acaso alguien, “con dos dedos de frente”, se puede creer que nos parezcamos tanto a la Venezuela de Chávez?
¡Piedra libre! ¡Los de siempre!, detrás de la maceta.
A lo mejor, le echamos la culpa a Chávez para no reconocer que “los dos dedos de frente” no nos alcanzan para entender que “el mundo es ancho y ajeno”.
O para reconocer que no tenemos “dos dedos de frente”.

Buenos Aires, 23 de septiembre de 2010

viernes, 3 de septiembre de 2010

"ECHAR NAFTA AL FUEGO"


“Y tuve muchos maestros de que aprender.
Sólo conocían su ciencia y el deber.
Nadie se atrevió a decir
una verdad.
Siempre el miedo fue tonto”.

Charly García; “Aprendizaje”



Se dice que los que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo.
Pero; ¿qué se puede decir de los que olvidan el pasado de otros, y se esmeran en repetirlo, “en carne propia” y, encima, “remixado”?
En junio de 2002, el entonces Presidente interino Eduardo Duhalde se vio obligado a resignar sus ansias de “ser lo que nunca pudo ser”, a raíz de lo que se conoció como “la masacre de Avellaneda”, o “de Puente Pueyrredón”.
Allí, los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron asesinados por unos “cebados” policías bonaerenses (“la mejor policía del mundo”, había dicho el entonces Presidente, cuando era Gobernador), que no demostraron ningún interés en “reestablecer el orden”; sino satisfacer su “ansias de matar”.
En las horas previas, la entonces “política” echó mano al viejo repertorio de “infiltrados” y “agentes del caos”, para “calentar”; y en las posteriores, para ocultar y justificar lo injustificable.
Entre ellos, los aún vigentes Aníbal Fernández, Alfredo Atanasoff, Juan José Álvarez y (mejor) Felipe Solá.
Así, hasta que se supo la verdad; y hasta “el propietario del 49% de Papel Prensa S.A.” (el diario “Clarín”, para quienes no están familiarizados con las disputas que suceden en el “Coño Sur”) quedó “agarrado a la brocha”, con el tristemente célebre titular “La crisis provocó dos nuevas muertes” (Julio Blank, dixit).
En marzo de 2008, días después del “¿espontáneo?” cacerolazo y movilización en repudio a la Resolución 125, en “Parque Norte”, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) hizo un discurso de marcado tinte ideológico e histórico.
Mas allá del acuerdo o desacuerdo con el contenido de sus palabras de entonces, el efecto de ese discurso fue la consagración de Julio César Cleto Cobos como “estadista”, y de Alfredo De Ángeli y de los integrantes de “la mesa de enlace” como irresistibles “sex simbol”.
“¡Gracias, Cristina!”, deberían haber proclamado. Pero el ego pudo más.
Tomar nota de estos hechos, situaciones, decisiones y de los resultados obtenidos, debería ser la tarea de todo líder político que se considere “moderno”, o “nuevo”, en estos días.
Aunque “su modernidad” y “su novedad” se reduzca o se limite a hablar mal de “la política”, como si lo suyo, en la actualidad, fuera “la taxidermia” o “la estética”.
Las huelgas, piquetes, o tomas de establecimientos no son estéticamente bellas.
Mucho menos, políticamente.
Son, apenas, “medidas extremas” que un grupo de personas, ciudadanos, trabajadores, inverbes, estúpidos o pordioseros toman para llamar la atención de las autoridades, ante determinada problemática.
De la misma manera que quienes reclaman por la suba de las retenciones agropecuarias, la inseguridad o ante un corte de energía eléctrica, luego de una sudestada.
Y son “medidas extremas”, porque, previamente, “instancias anteriores” (reclamos, petitorios, denuncias públicas, etc.) no logran ninguna respuesta para solucionar la problemática que le dio razón de ser a esa protesta.
Si, ante un corte de energía eléctrica, uno llamara al 0-800 de Edesur y le respondieran que “están intentando solucionar el inconveniente”, uno no tendría necesidad de armar un cacerolazo en Acoyte y Rivadavia, o en Santa Fe y Coronel Díaz, a menos que tenga ganas de “hinchar las pelotas”.
Pero, si llama y le dicen que “todos los operadores están ocupados”, y, encima, públicamente, lo acusan de “profesor de cachiporra, malandrín y estafador”; ¿cómo no armar un piquete, con “olla popular” incluida, frente a la casa del mismo “Don Edesur”?
Con las tomas de establecimientos educativos de los últimos días, sucede lo mismo.
Echar mano a “abstracciones” tan antiguas y ambiguas como la de “los infiltrados”, o a eufemismos burgueses como “el chavismo”; no sólo es “esconder la mugre debajo de la alfombra”.
Es, fundamentalmente, “echarle nafta al fuego”.
No hay posibilidad de solución, denostando al otro.
Es no querer solucionar un conflicto; en este caso, el de la toma de las escuelas.
Y lo que es peor.
Es tan “demodé” e inútil como recurrir a “la sinarquía internacional” para culparla por los efectos del “Rodrigazo”.
Es tan imbécil como culpar a la actitud de los Estados Unidos o de la Unión Soviética por la derrota en Malvinas.
Es tan “bobo” como la apelación “al corazón” o “al bolsillo” de Juan Carlos Pugliese, en plena “hiperinflación”.
Es tan hipócrita y maquiavélica como la defensa de “la convertibilidad”, por parte de Cavallo, en los dos gobiernos democráticos en los que fue Ministro de Economía.
Es tan mentiroso como los datos del INDEC.
Es tan “patoteril” como los bloqueos de Moyano, o las intervenciones de Moreno.
Es lo mismo que hizo Duhalde en el 2002.
Es lo mismo que hizo CFK, en los primeros días de marzo de 2008.
Rara vez, la voluntad, el empeño o las convicciones logran reemplazar a la inteligencia.
Sabido es que no alcanza con ser determinada cosa; sino que es fundamental parecerla.
Pero, con parecer no alcanza para ser distinto de ese que “se quiere tirar por la ventana”.
Simplemente, para ser igual, o peor.


Buenos Aires, 3 de septiembre de 2010