“Existen tontos,
tontos, tan, tan, sólo tontos,
ya sean hippies, hippies,
o tipos de chalecos
gordos.
Billy Bond y la Pesada del Rock´n´Roll, “Tontos”
“Yo no jugaba para no
perder,
tú hacias trampas
para no ganar;
yo no rezaba para no
creer,
tú no besabas para no
soñar.
(…)
Qué disparate de
partida de ajedrez
con un partenaire
adicta al jaque mate”.
Joaquín
Sabina, “El rocanrroll de los idiotas”
A fuerza de ser sinceros,
justo es reconocer que el Gobierno Nacional no tiene “errores” en la
comunicación de ciertas medidas; sino “horrores”.
Claro que éstos no parecen coincidir
con el tan trillado “y dale con Pernía”, con el que machaca la “opinión
publicada”.
Es que llama la atención que
veteranos periodistas, vaqueanos de la sección “política” de los medios, se
pasen por ocultos rincones de sus anatomías, los “tips” más elementales de la misma
política.
Amparados en un sobreactuado
“republicanismo estético”, insisten en hablarnos como si aún no supiéramos que
“los reyes magos son los padres”.
De ahí que uno, esta semana,
se confundiera las coberturas sobre las exposiciones de la Presidenta, en dos
universidades norteamericanas, con un “dominguero” programa de preguntas y
respuestas para ganar el ansiado viaje de egresados a Bariloche.
Partiendo desde la base que
andar dictándoles las preguntas, -desde aquí, desde el mismo “Coño Sur”-, a
estudiantes de esas universidades del “Primer Mundo”, es una falta de respeto.
“¿No le parece?”, como decía
el finado Américo Barrios.
O “subordinar su
inteligencia”, como se dice en mi barrio de clase media.
Es que enceguecidos por “copar
la agenda”, nuestros hombres de prensa parecen “barras bravas informativos”, y
se olvidan de los mismos buenos modales que les reclaman a Guillermo Moreno, a
Diego Maradona, o a Hebe de Bonafini.
Y terminan “aguantando los
trapos”, como “el Rafa” Di Zeo.
Y así llegamos a la
conclusión que lo único importante es que la Presidenta eludió responder sobre
su “re-reelección”, o sobre su negativa a brindar conferencias de prensa.
Temas que cualquier “bachiller”
podría responder, sin hacer tanta alharaca; por más que estudie, o no, en la
Universidad de La Matanza.
Porque no hace falta ir a Georgetown,
o a Harvard, para saber y entender que ningún presidente del mundo, con tres
años de mandato por delante, se expediría públicamente sobre su reelección, o
su re-reelección.
De hacerlo; comenzaría a perder
todo su poder, en minutos. Lo que equivaldría a su suicidio político.
Lo que los norteamericanos
llaman “el síndrome del ganso rengo”.
Algo así como el “ABC” de la
política, o un folleto para principiantes.
Cosa que cualquier
columnista dominical lo sabe; pero, parece, que le conviene hacerse “el fesa”.
“Hay que cuidar, compadre,
la busarda”, -recitaba Edmundo Rivero, citando los versos de Carlos De La Púa.
Reclamarle a un Presidente,
o a cualquier político, que se defina sobre sus decisiones y sus tiempos, es
como obligar a un arquero a que se deje hacer goles, o a un jugador a que patee
los penales a la tribuna.
Y encima, si no lo hace,
considerarlo una afrenta al “jogo bonito”, o un “picapiedras” del fútbol.
Claro; siempre y cuando
consideremos a nuestros lectores, oyentes o televidentes como “ciudadanos”, o
como “personas”, al menos.
Y no como “locos bajitos”,
habitantes del “País Jardín de Infantes”, de María Elena Walsh, en el mejor de
los casos.
Y así es como cualquier
“querubín”, en su próxima carta a Papá Noel, incluirá el pedido de que la
Presidenta haga conferencias de prensa, como si de ello dependiera su “propina
del domingo”.
A lo que ¿el verdadero Santa
Claus?, -si no hubiera sido inventado por la Coca-Cola-, respondería: “La
obligación de realizar conferencias de prensa no está en ninguna Constitución”.
Nadie está obligado a
hacerlas, más que ciertas personas públicas, obligadas por las circunstancias.
Circunstancias favorables o
desfavorables. Pero circunstancias, al fin.
No por la ley.
No cuando las necesitan los
medios; sino cuando quien las convoca necesita de ellos.
Que para eso se los llama
“medios”.
Un cantante recientemente
fallecido, verdadero ídolo de multitudes, no atendía a nadie si no estaba ante
el lanzamiento de un nuevo disco o el inicio de una serie de recitales.
Es decir; si no lo
necesitaba.
El resto del tiempo, se
ocultaba detrás de los muros de su casa.
En determinadas ocasiones,
muy coyunturales, llamaba él mismo a ciertos programas, sólo porque quería
hacerlo. Pero no más que eso.
Las conferencias de prensa
son una necesidad del periodismo, y de las personalidades públicas que las
convocan; no de la ciudadanía, que no tiene más remedio que conformarse con los
ecos de ellas.
Tienen que ver con llenar
espacios mediáticos. No con la salud republicana, la legalidad, o con las
marchas o contramarchas de un gobierno o un país.
De modo que cualquier
institución o personalidad que haya adquirido cierta relevancia pública está en
todo su derecho de decidir cuándo y para qué convocar a una conferencia de
prensa, o no.
Incluidos gobernantes,
ídolos populares o personajes mediáticos que pueden gozar o no de nuestra
simpatía.
La insistencia de nuestros
veteranos periodistas por las conferencias de prensa, además de cierta
necesidad propia de su “metier”, demuestra su intencionalidad por generar un
hecho como el que sufrió George W. Bush, cuando recibió un “zapatazo”, en Irak,
más que con el desafortunado ejemplo presentado por Orlando Barone.
Creer que las conferencias
de prensa son imprescindibles a la Democracia o a la salud republicana (como
dice Julio Blank, en el Clarín del domingo), es como creer que la presencia de
una “botinera” influye en la táctica y en el resultado de los partidos del
Manchester United, del Barcelona o del Milan.
Apenas, sirve para el diario
del martes (ni siquiera para el del lunes), no para ganar partidos y campeonatos.
En la cancha se ven los
pingos, y no hay conferencia de prensa que valga.
Lo cierto es que, hasta
ahora, la “re-reelección” de la actual Presidenta, sólo desvela a los políticos
opositores y a los medios que no simpatizan con ella.
Como se ha dicho, en estas
páginas, pareciera que la desearan más que ella misma.
O que le tuvieran tanto
miedo a su negativa, como al “Cuco”, o al “hombre de la bolsa”.
O a la posibilidad cierta de
“tener que ponerse los pantalones largos”.
Mientras tanto, los
“horrores” comunicativos del gobierno siguen mereciendo alguna explicación.
Argentina es “un país con
buena gente”; -dice el slogan oficial.
¿Por qué “un país con buena
gente” no podría entender los porqué o los para qué, o los “porqué no” de “la
restricción cambiaria”, de la intervención del INDEC(ahora que ya se pagaron
los Boden 2012), entre otros temas?
La “ampliación de derechos”,
que este gobierno ha llevado a la práctica como ningún otro, en los últimos
años; también pasa por ahí.
Por el derecho a, -de ahora
en adelante-, empezar a ser tomados como adultos.
Por todos. Por los gobiernos
y por los medios.
Nada más, ni nada menos.
“That is the question”, como
diría el finado Shaquespeare.
Buenos Aires, 29 de
septiembre de 2012