domingo, 30 de septiembre de 2012

Existen tontos, tontos, tan, tan, sólo tontos,



“Existen tontos, tontos, tan, tan, sólo tontos,
ya sean hippies, hippies,
o tipos de chalecos gordos.

Billy Bond y la Pesada del Rock´n´Roll, “Tontos”


“Yo no jugaba para no perder,
tú hacias trampas para no ganar;
yo no rezaba para no creer,
tú no besabas para no soñar.
(…)
Qué disparate de
partida de ajedrez
con un partenaire
adicta al jaque mate”.

Joaquín Sabina, “El rocanrroll de los idiotas”



A fuerza de ser sinceros, justo es reconocer que el Gobierno Nacional no tiene “errores” en la comunicación de ciertas medidas; sino “horrores”.
Claro que éstos no parecen coincidir con el tan trillado “y dale con Pernía”, con el que machaca la “opinión publicada”.
Es que llama la atención que veteranos periodistas, vaqueanos de la sección “política” de los medios, se pasen por ocultos rincones de sus anatomías, los “tips” más elementales de la misma política.
Amparados en un sobreactuado “republicanismo estético”, insisten en hablarnos como si aún no supiéramos que “los reyes magos son los padres”.
De ahí que uno, esta semana, se confundiera las coberturas sobre las exposiciones de la Presidenta, en dos universidades norteamericanas, con un “dominguero” programa de preguntas y respuestas para ganar el ansiado viaje de egresados a Bariloche.
Partiendo desde la base que andar dictándoles las preguntas, -desde aquí, desde el mismo “Coño Sur”-, a estudiantes de esas universidades del “Primer Mundo”, es una falta de respeto.
“¿No le parece?”, como decía el finado Américo Barrios.
O “subordinar su inteligencia”, como se dice en mi barrio de clase media.
Es que enceguecidos por “copar la agenda”, nuestros hombres de prensa parecen “barras bravas informativos”, y se olvidan de los mismos buenos modales que les reclaman a Guillermo Moreno, a Diego Maradona, o a Hebe de Bonafini.
Y terminan “aguantando los trapos”, como “el Rafa” Di Zeo.
Y así llegamos a la conclusión que lo único importante es que la Presidenta eludió responder sobre su “re-reelección”, o sobre su negativa a brindar conferencias de prensa.
Temas que cualquier “bachiller” podría responder, sin hacer tanta alharaca; por más que estudie, o no, en la Universidad de La Matanza.
Porque no hace falta ir a Georgetown, o a Harvard, para saber y entender que ningún presidente del mundo, con tres años de mandato por delante, se expediría públicamente sobre su reelección, o su re-reelección.
De hacerlo; comenzaría a perder todo su poder, en minutos. Lo que equivaldría a su suicidio político.
Lo que los norteamericanos llaman “el síndrome del ganso rengo”.
Algo así como el “ABC” de la política, o un folleto para principiantes.
Cosa que cualquier columnista dominical lo sabe; pero, parece, que le conviene hacerse “el fesa”.
“Hay que cuidar, compadre, la busarda”, -recitaba Edmundo Rivero, citando los versos de Carlos De La Púa.
Reclamarle a un Presidente, o a cualquier político, que se defina sobre sus decisiones y sus tiempos, es como obligar a un arquero a que se deje hacer goles, o a un jugador a que patee los penales a la tribuna.
Y encima, si no lo hace, considerarlo una afrenta al “jogo bonito”, o un “picapiedras” del fútbol.
Claro; siempre y cuando consideremos a nuestros lectores, oyentes o televidentes como “ciudadanos”, o como “personas”, al menos.
Y no como “locos bajitos”, habitantes del “País Jardín de Infantes”, de María Elena Walsh, en el mejor de los casos.
Y así es como cualquier “querubín”, en su próxima carta a Papá Noel, incluirá el pedido de que la Presidenta haga conferencias de prensa, como si de ello dependiera su “propina del domingo”.
A lo que ¿el verdadero Santa Claus?, -si no hubiera sido inventado por la Coca-Cola-, respondería: “La obligación de realizar conferencias de prensa no está en ninguna Constitución”.
Nadie está obligado a hacerlas, más que ciertas personas públicas, obligadas por las circunstancias.
Circunstancias favorables o desfavorables. Pero circunstancias, al fin.
No por la ley.
No cuando las necesitan los medios; sino cuando quien las convoca necesita de ellos.
Que para eso se los llama “medios”.
Un cantante recientemente fallecido, verdadero ídolo de multitudes, no atendía a nadie si no estaba ante el lanzamiento de un nuevo disco o el inicio de una serie de recitales.
Es decir; si no lo necesitaba.
El resto del tiempo, se ocultaba detrás de los muros de su casa.
En determinadas ocasiones, muy coyunturales, llamaba él mismo a ciertos programas, sólo porque quería hacerlo. Pero no más que eso.
Las conferencias de prensa son una necesidad del periodismo, y de las personalidades públicas que las convocan; no de la ciudadanía, que no tiene más remedio que conformarse con los ecos de ellas.
Tienen que ver con llenar espacios mediáticos. No con la salud republicana, la legalidad, o con las marchas o contramarchas de un gobierno o un país.
De modo que cualquier institución o personalidad que haya adquirido cierta relevancia pública está en todo su derecho de decidir cuándo y para qué convocar a una conferencia de prensa, o no.
Incluidos gobernantes, ídolos populares o personajes mediáticos que pueden gozar o no de nuestra simpatía.
La insistencia de nuestros veteranos periodistas por las conferencias de prensa, además de cierta necesidad propia de su “metier”, demuestra su intencionalidad por generar un hecho como el que sufrió George W. Bush, cuando recibió un “zapatazo”, en Irak, más que con el desafortunado ejemplo presentado por Orlando Barone.
Creer que las conferencias de prensa son imprescindibles a la Democracia o a la salud republicana (como dice Julio Blank, en el Clarín del domingo), es como creer que la presencia de una “botinera” influye en la táctica y en el resultado de los partidos del Manchester United, del Barcelona o del Milan.
Apenas, sirve para el diario del martes (ni siquiera para el del lunes), no para ganar partidos y campeonatos.
En la cancha se ven los pingos, y no hay conferencia de prensa que valga.
Lo cierto es que, hasta ahora, la “re-reelección” de la actual Presidenta, sólo desvela a los políticos opositores y a los medios que no simpatizan con ella.
Como se ha dicho, en estas páginas, pareciera que la desearan más que ella misma.
O que le tuvieran tanto miedo a su negativa, como al “Cuco”, o al “hombre de la bolsa”.
O a la posibilidad cierta de “tener que ponerse los pantalones largos”.
Mientras tanto, los “horrores” comunicativos del gobierno siguen mereciendo alguna explicación.
Argentina es “un país con buena gente”; -dice el slogan oficial.
¿Por qué “un país con buena gente” no podría entender los porqué o los para qué, o los “porqué no” de “la restricción cambiaria”, de la intervención del INDEC(ahora que ya se pagaron los Boden 2012), entre otros temas?
La “ampliación de derechos”, que este gobierno ha llevado a la práctica como ningún otro, en los últimos años; también pasa por ahí.
Por el derecho a, -de ahora en adelante-, empezar a ser tomados como adultos.
Por todos. Por los gobiernos y por los medios.
Nada más, ni nada menos.
“That is the question”, como diría el finado Shaquespeare.



Buenos Aires, 29 de septiembre de 2012


viernes, 14 de septiembre de 2012

LAS LUCES DEL ESTADIO



“Uno tiene en los ojos el humo del billar,
otro las ilusiones se lo llevó al remate,
el tercero es el único que se dice normal;
justo él que ha vivido
cuidando un empate”

Jaime Roos, “Las luces del estadio”


A Lapegüe y a Borghi, sólo les faltó decir “La tienen adentro”.
No lo hicieron porque, antes, lo había hecho Maradona.
Y no era cuestión de ser tan bárbaros, caramba.
Ya Adrián Suar no lo llama “Diez”, como lo hacía en las épocas de aquel programa televisivo, que rompía el raiting, los martes a la noche.
Hasta es probable que ya ni le atienda el teléfono.
Pero de no habérselo dicho “el Diego” al “Toti” Passman, en aquella conferencia de prensa, en Montevideo, es probable que Lapegüe y Borghi lo hubieran dicho, con todas las letras.
Aunque sea para la indignación de los panelistas de “6-7-8”, de los conductores de “Televisión Registrada”, o las repeticiones “on-line” de Clarín y La Nación de las burlas de Lanata.
La cosa es que “el gorilaje”, “la oligarquía con olor a bosta”, “los pequebú”, “la derecha reaccionaria”, “los tilingos” y “los conchetos” están tan agrandados como la selección peruana, 48 horas antes.
Sí; como los peruanos.
Paradojas del fútbol, de la política, o de la sociología delictiva según Sergio Berni.
Les salían todas, y la tribuna hervía.
Mientras, “los dueños de la pelota” la veían pasar o por tevé.
Pero, el resultado, el empate, es un “premio consuelo”. Es un punto para cada uno.
Nadie se lleva todo, digan lo que digan los diarios, al día siguiente.
Un punto.
Nada más, para el que hizo todo para ganar y no pudo.
Nada menos, para el que aguantó el empate, porque el cuero no le daba para más.
Salvando las analogías y las distancias con otros “cacerolazos” de otros septiembres (los de Chile, previos al Golpe de Estado de Pinochet contra Salvador Allende, en 1973), éstos de Buenos Aires, Córdoba y demás centros urbanos provocan, -hacia un lado y hacia el otro-, la misma sensación que el empate entre las selecciones de Perú y Argentina, el martes pasado.
Por un lado; envalentonan, dan esperanza; en una de esas, ¿quién te dice?
Por el otro; obligan a “tomar nota” de que las cosas no andan como tendrían que andar.
Lo cierto es que, aún, queda casi un año y medio de Eliminatorias, o de “canchas”, donde habrán de seguirse viendo “los pingos”.
Tan cierto como que falta más de un año para la elecciones de mitad de mandato, y para eso todo parece estar muy “verde que te quiero verde”.
Ni hablar de los tres años y pico que faltan para las elecciones de 2015.
Y para eso, las cosas no están ni “amarillas”.
Por eso, en el “bartoleo” de consignas convocantes al cacerolazo de esta noche (donde sólo faltaba pedir el regreso de Riquelme a Boca, o el de Cavenaghi y “el chori” Domínguez a River), sería bueno detenernos en la que más gravitación política tendría, que es el de la oposición a “la re-reelección” de la actual Presidenta.
Tema que, paradójicamente, despierta más inquietud entre los opositores, más que en el oficialismo.
Porque, fuera de algunos apoyos aislados y hasta marginales(Kunkel, Insfrán, Conti, etcétera), quienes más hablan y más insisten en instalar el tema de “la re-reelección” son “las primeras figuras” de la oposición (Amadeo, Bullrich, Pinedo, Morales, Gill Lavedra, De Narváez, etcétera).
Es decir; dirigentes políticos con una larga trayectoria, que deberían estar “frotándose las manos”, ante la imposibilidad de que la actual Presidenta se pueda presentar a un nuevo mandato.
Algo así como la tranquilidad que sentimos los futboleros argentinos, -y también los de otros países de Sudamérica-, cuando Brasil no tiene que jugar las Eliminatorias para el siguiente Mundial.
No porque el actual gobierno sea a la política lo que Brasil es al fútbol.
Sino porque, de ahora en adelante, los opositores tendrán un competidor “de fuste” menos.
Sin embargo; en lugar de afianzar su ideario y su doctrina, de conformar equipos técnicos, de elaborar una estrategia para llegar al 2015, de proponer un programa de gobierno y candidatos atractivos con los que seducir al electorado; instalan “el fantasma de la re-reelección”.
Como si tuvieran miedo de asumir el poder al que se proponen acceder.
Como el tipo de treinta años que se niega a abandonar la casa materna, amparándose en vaya uno a saber qué excusas juveniles.
De modo que, hasta ahora, “la re-reelección” no parece ser un proyecto de perpetuación del gobierno; sino, más bien; una excusa de la oposición para continuar jugando al juego que más le gusta.
El que, en la política y en la vida misma, se llama “no querer ponerse los pantalones largos”.
Todo parece demostrar que es la oposición quien más desea “la re-reelección”.
Para no tener que decir “Contra los Kirchner, estábamos mejor”.
“No importa que no clasifiquemos al próximo Mundial; con no haberle dejado tocar la pelota a Messi, a Higuain y a De María, ya estamos hechos”; -podrían decir, orgullosos y satisfechos, los futboleros peruanos.
“No importa que no lleguemos al 2015; con unos cuantos cacerolazos y con salir en la tele y en los diarios estamos hechos”; -parecerían decir quienes insisten con “el fantasma de la re-reelección”.
Tan parecido, últimamente, al “fantasma del descenso”.
El problema no es lo que hay de un lado; sino todo lo que parece faltar del otro.
Y esa, -“shakespirianamente”-, es la cuestión.


Buenos Aires, 14 de septiembre de 2012