viernes, 3 de septiembre de 2010

"ECHAR NAFTA AL FUEGO"


“Y tuve muchos maestros de que aprender.
Sólo conocían su ciencia y el deber.
Nadie se atrevió a decir
una verdad.
Siempre el miedo fue tonto”.

Charly García; “Aprendizaje”



Se dice que los que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo.
Pero; ¿qué se puede decir de los que olvidan el pasado de otros, y se esmeran en repetirlo, “en carne propia” y, encima, “remixado”?
En junio de 2002, el entonces Presidente interino Eduardo Duhalde se vio obligado a resignar sus ansias de “ser lo que nunca pudo ser”, a raíz de lo que se conoció como “la masacre de Avellaneda”, o “de Puente Pueyrredón”.
Allí, los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron asesinados por unos “cebados” policías bonaerenses (“la mejor policía del mundo”, había dicho el entonces Presidente, cuando era Gobernador), que no demostraron ningún interés en “reestablecer el orden”; sino satisfacer su “ansias de matar”.
En las horas previas, la entonces “política” echó mano al viejo repertorio de “infiltrados” y “agentes del caos”, para “calentar”; y en las posteriores, para ocultar y justificar lo injustificable.
Entre ellos, los aún vigentes Aníbal Fernández, Alfredo Atanasoff, Juan José Álvarez y (mejor) Felipe Solá.
Así, hasta que se supo la verdad; y hasta “el propietario del 49% de Papel Prensa S.A.” (el diario “Clarín”, para quienes no están familiarizados con las disputas que suceden en el “Coño Sur”) quedó “agarrado a la brocha”, con el tristemente célebre titular “La crisis provocó dos nuevas muertes” (Julio Blank, dixit).
En marzo de 2008, días después del “¿espontáneo?” cacerolazo y movilización en repudio a la Resolución 125, en “Parque Norte”, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) hizo un discurso de marcado tinte ideológico e histórico.
Mas allá del acuerdo o desacuerdo con el contenido de sus palabras de entonces, el efecto de ese discurso fue la consagración de Julio César Cleto Cobos como “estadista”, y de Alfredo De Ángeli y de los integrantes de “la mesa de enlace” como irresistibles “sex simbol”.
“¡Gracias, Cristina!”, deberían haber proclamado. Pero el ego pudo más.
Tomar nota de estos hechos, situaciones, decisiones y de los resultados obtenidos, debería ser la tarea de todo líder político que se considere “moderno”, o “nuevo”, en estos días.
Aunque “su modernidad” y “su novedad” se reduzca o se limite a hablar mal de “la política”, como si lo suyo, en la actualidad, fuera “la taxidermia” o “la estética”.
Las huelgas, piquetes, o tomas de establecimientos no son estéticamente bellas.
Mucho menos, políticamente.
Son, apenas, “medidas extremas” que un grupo de personas, ciudadanos, trabajadores, inverbes, estúpidos o pordioseros toman para llamar la atención de las autoridades, ante determinada problemática.
De la misma manera que quienes reclaman por la suba de las retenciones agropecuarias, la inseguridad o ante un corte de energía eléctrica, luego de una sudestada.
Y son “medidas extremas”, porque, previamente, “instancias anteriores” (reclamos, petitorios, denuncias públicas, etc.) no logran ninguna respuesta para solucionar la problemática que le dio razón de ser a esa protesta.
Si, ante un corte de energía eléctrica, uno llamara al 0-800 de Edesur y le respondieran que “están intentando solucionar el inconveniente”, uno no tendría necesidad de armar un cacerolazo en Acoyte y Rivadavia, o en Santa Fe y Coronel Díaz, a menos que tenga ganas de “hinchar las pelotas”.
Pero, si llama y le dicen que “todos los operadores están ocupados”, y, encima, públicamente, lo acusan de “profesor de cachiporra, malandrín y estafador”; ¿cómo no armar un piquete, con “olla popular” incluida, frente a la casa del mismo “Don Edesur”?
Con las tomas de establecimientos educativos de los últimos días, sucede lo mismo.
Echar mano a “abstracciones” tan antiguas y ambiguas como la de “los infiltrados”, o a eufemismos burgueses como “el chavismo”; no sólo es “esconder la mugre debajo de la alfombra”.
Es, fundamentalmente, “echarle nafta al fuego”.
No hay posibilidad de solución, denostando al otro.
Es no querer solucionar un conflicto; en este caso, el de la toma de las escuelas.
Y lo que es peor.
Es tan “demodé” e inútil como recurrir a “la sinarquía internacional” para culparla por los efectos del “Rodrigazo”.
Es tan imbécil como culpar a la actitud de los Estados Unidos o de la Unión Soviética por la derrota en Malvinas.
Es tan “bobo” como la apelación “al corazón” o “al bolsillo” de Juan Carlos Pugliese, en plena “hiperinflación”.
Es tan hipócrita y maquiavélica como la defensa de “la convertibilidad”, por parte de Cavallo, en los dos gobiernos democráticos en los que fue Ministro de Economía.
Es tan mentiroso como los datos del INDEC.
Es tan “patoteril” como los bloqueos de Moyano, o las intervenciones de Moreno.
Es lo mismo que hizo Duhalde en el 2002.
Es lo mismo que hizo CFK, en los primeros días de marzo de 2008.
Rara vez, la voluntad, el empeño o las convicciones logran reemplazar a la inteligencia.
Sabido es que no alcanza con ser determinada cosa; sino que es fundamental parecerla.
Pero, con parecer no alcanza para ser distinto de ese que “se quiere tirar por la ventana”.
Simplemente, para ser igual, o peor.


Buenos Aires, 3 de septiembre de 2010

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