"FIN DE FIESTA"

“Se acabó.
El sol nos dice que llegó el final.
Por una noche se olvidó
Que cada uno es cada cual”.
Joan Manuel Serrat, “Fiesta”.
El “caos de tránsito” y “el infierno” que fue el centro, la semana pasada, valió la pena.
Así como “París bien vale una misa”, los festejos por el Bicentenario bien valieron los embotellamientos y los bocinazos.
El “país real” salió a la calle, festejó y se emocionó; mientras el “país virtual” se preocupaba y se sigue preocupando por “las ausencias”.
Tres o cuatro “figurines” son más importantes que millones de “ciudadanos de a pie”, como le gusta decir a Julio Blanck.
Es que si “el vaso no rebalsa” es porque el vaso no está del todo lleno, y ese cachito de aire es más importante que todo el contenido.
“Buscarle el pelo al huevo”, que le dicen.
Lo bueno de los festejos, fue que hubo para todos los gustos.
Tuvieron su fiesta, rememorando el primer Centenario, quienes quieren volver a la Argentina de 1910, con el glamour de los decentes, “con la gente detrás de las vallas”, como dijo Mirta.
Y también tuvimos nuestra fiesta, alborotada y ruidosa, los nietos y bisnietos de quienes, en el primer Centenario, ni siquiera lo pudieron “mirar por tevé”, ya que ni radio había en ese entonces, y a quienes, por decir menos que lo que dice cualquiera que encuentra un micrófono, le aplicaban la Ley de Residencia y, ahí nomás, le hacían “tomar el Comte Rosso”.
Tampoco se podía votar, ni había leyes sociales, ni jubilación.
Seguramente, había “inseguridad” o habría menos, porque había menos habitantes y no existían los “movileros” que editorializan sobre “la gente”.
Los hechos de inseguridad, apenas entraban, años después, en alguna estrofa de una milonga: “Yo nací en un conventillo de la calle Olavarría, y me acunó la armonía de un concierto de cuchillos..”.
De lo que sí estamos seguros es que había pobreza. Mucha pobreza. Claro que la foto que quedó para el recuerdo es la de la Infanta Elena en la carroza con Figueroa Alcorta.
Algunos quieren volver a ese centenario; incluso algunos nietos y bisnietos de aquellos reprimidos por el Estado de Sitio de 1910.
Lo cierto es que hubo para todos los gustos y no llovió todo lo que decían los que querían “escupirle el asado” al otro.
Hubo Paseo del Bicentenario, Teatro Colón y hasta réplica de hormigón del Cabildo, en el medio del campo, en San Luis.
Y estuvo bueno. ¿Qué duda cabe?
Ahora hay que volver a laburar, a la crispación, a los números del INDEC, a la valija de Antonini, a las carteras Louis Vuitton, a ver a Tinelli y al “caos de tránsito”.
Como en la canción de Serrat.
Buenos Aires, 26 de mayo de 2010