viernes, 13 de agosto de 2010

REPETICIONES


"No hay duda. Cada época construye sus ruinas”.

Manuel Vázquez Montalván


“Las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo; ¿viste?”; pero “no estuvo bueno” Villa Urquiza.
En la semana en que “las salideras bancarias” comenzaban a pasar de moda; que la disputa entre Colombia y Venezuela ya “no daba más jugo”, y que la Organización Mundial de la Salud decretó el fin de la pandemia de Gripe “A”; bienvenidos sean un derrumbe, una toma de rehenes y el ruido que la líder de “la colisión cívica” se esmera en hacer, aún a costa de destruir lo que supo construir, con tal de “salir en la foto”, por más despeinada que esté.
A eso, le podríamos agregar el cumpleaños “comatoso” de Gustavo Cerati.
“Hay que cuidar, compadre, la busarda”; sabía recitar Edmundo Rivero en una de sus milongas en “lunfardo”.
Se refería a que “de algo hay que comer”.
Es que, así como hubo que llenar las veinticuatro horas de deportes, en unas semanas posteriores a la finalización del Mundial, y anteriores al comienzo del campeonato local, también, hay que llenar veinticuatro horas de noticias, sin que haya sucesos que exprimir.
En algunos casos, más que “canales de noticias”, parecería tratarse de “canales de una noticia”.
La misma que se repite y se repite, como si el gimnasio Orión no terminara de derrumbarse nunca.
Narración de un mismo hecho, que va pasando de boca en boca de distintos conductores, con la única diferencia del horario.
Si el gimnasio “Orión” pudo ser “el Cromagnón de Macri”; el ingeniero Guillermo Heyaca Varela terminó siendo una especie de Chabán.
Claro que, por suerte para todos, “el hijo de Franco” no tiene, -hoy en día-, una oposición como la que tuvo Aníbal Ibarra, en aquellos días de “Cromagnón”.
Oposición de ese entonces; que, hoy, es el actual “oficialismo porteño”.
Pero, ventajas y desventajas de por medio, la actitud fue la misma.
Si en diciembre de 2004, la culpa de todo la tenían Chabán, “Callejeros”, la policía, los bomberos y “la mar en coche”, según Ibarra.
En agosto de 2010, la culpa la tiene el ingeniero Heyaca Varela.
La misma actitud, el mismo discurso.
“El mismo amor, la misma lluvia”.
Lo mismo que con las “escuchas ilegales”. La culpa es de Oyarbide.
Claro que, esta vez, mientras se efectuaban las tareas de rescate, el responsable de haber clausurado la obra en construcción que provocó el derrumbe, decía “la mesa está servida”, en la reunión en que se definía el final del “folletín” Riquelme.
Decir “la novela Riquelme” ya está muy trillado. A nadie pareció ocurrírsele algo distinto.
Lo cierto es que el cierre de algunos “canales de una noticia” parece inminente.
No por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; sino porque las noticias rimbombantes que les dieron razón de ser, desaparecerán.
Si la Cámara de Diputados sanciona la ley de intervención del INDEC, y la de Senadores la de Glaciares, quedará muy poca tela para cortar.
Apenas, una toma de rehenes, o una tragedia; pero no son cosas de todos los días. Por suerte para los que no “paramos la olla” con el “¡Dale con Pernía!”
Habría que ver qué publican los medios en Holanda o en Suecia, en esos países que parecen diseñados por Lewis Caroll.
Sin “salideras”, con el INDEC diciendo “la posta”, sin tomas de rehenes, sin Riquelme, sin derrumbes; apenas les debe quedar contar cómo pasó la noche la Princesa Máxima.
Así, cualquiera se siente europeo.
Sin embargo; en este “Coño Sur”, nos queda el Twitter.
¿Es tan importante los que publique Fulano en Twitter?
¿Por qué tanta insistencia?
“El medio es el mensaje”, dijo el finado Marshall McLuhan.
Es decir; lo importante no es lo que digan Mengano o Zutano; sino que no podamos vivir sin Twitter.
Como con esa noticia que no dejan de mostrarnos, como si no terminara de ocurrir.
Como si los 140 caracteres de Twitter no terminaran de escribirse nunca.
¿Acaso no hemos vivido hasta aquí sin Twitter?
Sin embargo; el “discurso oficial-hegemónico” (no importa si “K” o “no K”) parece indicar que, pronto, el que no tenga Twitter, será como “el que no salta”: un holandés.

Buenos Aires, 13 de agosto de 2010.

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