domingo, 9 de noviembre de 2008

"SOBRE PROFECÍAS CONJETURALES, DESGASTES Y DEMOLICIONES"

“Ya está cerca de venir aquel
que nos va a escuchar”

Ricardo Soulé, “Profecías”, “La Biblia”, Vox Dei

“Vencen los bárbaros,
los gauchos vencen...(..)
Yo que anhelé ser otro,
ser un hombre de sentencias,
de libros,
de dictámenes,
a cielo abierto ya seré entre ciénagas,
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto.
Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano”

Jorge Luis Borges, “Poema conjetural”.

“¿Qué cosa fuera?
¿Qué cosa fuera la maza sin cantera?(..)
Un instrumento sin mejores pretensiones
Que lucecitas montadas para escena...(..)
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor del pasado en copa nueva,
un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuelas”

Silvio Rodríguez, “La maza”


Alguna antigua profecía anunciaba que antes del fin del mundo, éste tendría un Papa negro y un nuevo Hitler que se apoderaría de él.
Hoy, el Papa no sólo es un ex rubio; sino que es alemán; y George W. Bush, a quien muchos consideraron “el nuevo Hitler”, hoy es un típico exponente de “ganso rengo”, que sólo pudo apoderarse de Afganistán e Irak, y menudo lío nos está dejando, después de ocho años de reinado.
Lo cierto es que, -globalización y nuevos simbolismos aparte-, los Estados Unidos de Norteamérica tendrán un presidente negro; o “café con leche”, como aclaran antes que oscurezca el agiornado Ku Kux Klan, y sus seguidores periféricos.
Quizás, hoy, el Presidente de los Estados Unidos sea lo que entonces para el profeta era el Papa.
Lo correcto fue que John MC Cain, luego de su derrota, se refiriera a su rival como “Mi presidente”.
Claro que, para la mentalidad “sudaca”, lo apenas correcto en el norte es un signo de admiración o una asignatura pendiente que en el sur parecería no haber sido estudiada.
“Cuánto les falta aprender a nuestros dirigentes”, proclamaban los “decentes, bienpensantes y apolíticos” mediáticos, el miércoles pasado a la mañana; mientras, los lilitos, cletos, toritos y chiches hacían caso omiso de sus recomendaciones.
Es que, en Argentina, las profecías no se profetizan para ser cumplidas; sino para ocupar aire, pantallas y titulares.
Es que lo que no está en los medios no existe; y, lo que está en los medios, importa sólo un ratito, y ese ratito hay que llenarlo y aprovecharlo. Si te dormís, te ganan Nazarena Vélez o “La tota” Santillán.
Por eso el dólar nunca llegó a diez pesos, ni se produjo la crisis energética tan anunciada, ni hubo parto con dolor, ni lluvia ácida, ni Buenos Aires está tan bueno como decían hace un año. Hasta es probable que no haya que importar carne y leche, como profetizan los “gauchócratas” heridos en su orgullo sojero por la caída de la demanda.
Es que “hay que desgastar a este gobierno”, como dijo uno de “los autitos chocadores” campestres; y, entonces, “cualquier colectivo los deja en la esquina”.
El presupuesto para el 2009, “los superpoderes”, el INDEC, los modales de Guillermo Moreno, la valija de Antoninni Wilson, las AFJP, las carteras Louis Vuitton, la inseguridad o el Cuerpo Técnico de la Selección, todo, como en el cambalache discepoliano, bien vale una marcha, con velas o cacerolas.
Mientras tanto, el mundo sigue andando, “ancho y ajeno”, tratando de acomodar los melones, indiferente a los daños y desvaríos que la alta exposición al sol puede provocar en la coherencia y sentido común de algunos dirigentes, que de tan chupamedias al financiamiento externo, terminan siendo más sudacas que lo que dicen denunciar.
Hoy, Estados Unidos está por tener un presidente negro. Argentina tiene una presidenta mujer. Hoy, el rival de Barack Obama lo llama “mi presidente”. En Argentina, a la presidenta, cualquier “zanguango” la llama “Cristina” a secas, en el más respetuoso de los casos. Hoy, en Estados Unidos, John Mc Cain se pone a disposición del nuevo gobierno. En Argentina, quien ni siquiera integra un partido político y cuya representatividad sectorial es discutible, lanza la consigna de que al gobierno hay que desgastarlo.
Quizás, las diferencias entre Estados Unidos y Argentina, no sean una cuestión de aprendizaje; sino de sentido común(“que es el más común de los sentidos”, decía Facundo Cabral); y, como en el cuento de Edgar Allan Poe, descubrir o reconocer lo evidente sea mucho más difícil que resolver un logaritmo.
Hace poco, un polémico escritor definió a una figura de la oposición como “una empresa de demoliciones que no sabe qué hacer con los escombros que produce”. Quizás, dicho sayo le quepa a un abanico mucho más grande de aprendices(políticos, periodísticos y gremiales) que eyaculan con la maza; pero no pueden con su fobia al balde y la cuchara. Hacerse responsables de algo les provoca más terror que envejecer.

Buenos Aires, 8 de noviembre de 2008.

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