jueves, 30 de octubre de 2008

LOS GILES QUE VOS MATAIS, GOZAN DE BUENA SALUD

“Lo que más bronca me da
es haber sido tan gil”

Enrique Santos Discépolo; “Chorra”


“El problema no es
de quien vino, se fue o viceversa.
El problema no es
de los niños que ostentan papás.
El problema no es
de quien saca cuenta y recuenta
y a su bolsillo
suma lo que resta.
El problema no es de la moda mundial,
ni de que haya tan mala memoria.
El problema no queda en la gloria
ni en que falten tesón y sudor.
El problema señor
sigue siendo sembrar
amor”

Silvio Rodríguez, “El problema”


Por más que se grite, se patalee, se inventen palabras reemplazando las “C” por las “K”, se panfletee y se manden emails, mensajes de texto o señales de humo, renovadores del “clima destituyente” de hace unos meses; “dos más dos es cuatro, aquí y en la China”, como decía un amigo.
Porque lo que en ciertas proclamas se denomina “nuestro dinero”, no es tan “nuestro”, por más que quienes nos despiertan por las mañanas, nos amargan el regreso a casa y nos arruinan la cena digan lo contrario. Nuestros aportes si, son nuestros, pero ninguno de nosotros podemos disponer de lo que aportamos a nuestra futura jubilación, estemos en el sistema que estemos. De hecho, no podemos agarrar esos fondos, sacarlos de un lado y llevarlos a otro cuando se nos de la gana. Los únicos que pueden hacerlo, -hasta ahora-, son el Estado, para quienes han optado por el sistema “de reparto”; o las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones(AFJP), para quienes han optado por el sistema “de capitalización”.
Y, tanto el uno como las otras, han hecho lo que se les antojó y lo hacen para tapar huecos o para apostar a las timbas a las que invitan las distintas burbujas financieras, sin pedirnos permiso, y sin que nadie se rasgue las vestiduras, ni llame a su abogado, ni deje mensajes en los contestadores de las radios.
De hecho; quien, -siendo Ministro de Economía de Menem-, promovió el sistema que creó las AFJP; unos pocos años después, como Ministro de Economía de De La Rúa, obligó a éstas a adquirir bonos del tesoro nacional para sostener el publicitado “Blindaje”.
¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos? “¡Qué lindo que es dar buenas noticias!”
Lo cierto es que, últimamente, las AFJP estaban en problemas. Su rentabilidad venía cayendo, y la tendencia no demostraba intenciones de revertirse. Es decir; los aportes jubilatorios de quienes optaron por el sistema de capitalización, se estaban descapitalizando(valga la paradoja y la redundancia).
Claro; nadie lo decía públicamente porque el volumen de las pautas publicitarias de las AFJP es importante, y nadie que esté en su sano juicio va a escupir o morder la mano que le da de comer, por muy independiente que se proclame.
Para colmo, para que el 77% de los jubilados que optaron por el sistema de capitalización pudieran cobrar el monto mínimo, el Estado(es decir; el régimen de reparto, y todos nosotros) tiene que desembolsar la diferencia entre la insuficiente capitalización de sus aportes y lo que dicta la Constitución Nacional acerca del sistema previsional.
Con un gil o un Estado atrás, cualquiera es un vivo bárbaro, y queda bien con plata ajena.
Pero llegó el primer “lunes negro”. Y a la semana llegó el otro. Y una semana después el otro; y así sucesivamente; y los problemas de las AFJP, lejos de solucionarse, se incrementaron.
Ante lo cual, el gobierno, -exponiendo nuevamente sus crónicos problemas de comunicación-, anunció el envío al Congreso Nacional de un proyecto por el cual todas las jubilaciones y pensiones pasarían al sistema de reparto, dejando a las anteriores Administradoras el manejo de los llamados “seguros de retiro”, servicio que ya venían brindando.
Y aquí corresponde hacer una digresión. Un seguro de retiro es un aporte extra que alguien hace, con el fin de incrementar el monto de su jubilación futura. Entonces; si las AFJP brindan un servicio tan confiable de capitalización y prometen una rentabilidad óptima; ¿por qué un aportante tendría necesidad de contratar, además, un seguro de retiro para “arrimar” su futura jubilación a lo que gana ejerciendo su actividad? ¿Será que “lo prometido es deuda” o es un “paga Dios”?
Volviendo al anuncio del gobierno, “la sociedad decente, bienpensante y apolítica”, como era de esperar, encontró un nuevo motivo para poner el grito en el cielo, y puso de moda las palabras “sakeo” y “Kaja”; así como, hace unos meses puso de moda “konfiscación” o “rekaudatorio”; aunque, hoy, no quiera enterarse que la caída del precio de los commodities demuestra que, entonces, no tenían razón.
Además, el “estado de sospecha permanente” en el que se alimentan algunas figuras y discursos opositores y mediáticos ha provocado el milagro de que quienes se opusieron a la reforma previsional de 1993, hoy la estén defendiendo, por el simple gusto o capricho de oponerse a cualquier iniciativa que provenga del Poder Ejecutivo.
Que uno proclame a los cuatro vientos que los demás son malos, no quiere decir que eso sea así; y, mucho menos, que uno sea bueno. La mala leche siempre se disfraza con el sexo de los ángeles.
También, el proyecto del gobierno ha producido el milagro de que algunos que, entonces, promovieron dicha reforma, hoy son los generadores de su abolición.
Quizás, sería saludable para la Democracia, la nación, el pueblo, o la gente, o todos al mismo tiempo, que éstos reconocieran “aquel pecado de juventud”, o demostraran cómo la realidad y la experiencia les hizo ver que, en aquel tiempo no tan lejano, estaban equivocados; cosa que a los primeros no se les podría ni insinuar.
Claro que las sospechas alrededor de un proyecto como éste, no son solo fruto del oportunismo opositor, ni un antojo de señoras que no soportan que la Presidenta use las mismas carteras que ellas, o las que ellas desean usar. La historia nos ha hecho quemar con leche varias veces y, si bien hemos aprendido a mirar a la vaca de frente, algún sollozo y algún lagrimón se nos tiene que escapar.
Es que desde hace cuarenta años, desde el dictador con labio leporino, que anunciaba quedarse en el poder veinte años, hasta el aburrido que encontró la salida en un helicóptero, todos los gobiernos han echado mano a los aportes jubilatorios, proclamando distintos propósitos, pero actuando siempre detrás del mismo: el déficit fiscal.
Y, en este caso, la sospecha surge, fundamentalmente, porque el verdadero propósito del proyecto que tratará el Congreso no está lo suficientemente claro, o no ha sido comunicado con la claridad necesaria.
Sin dudas, ante la situación de vulnerabilidad en que están los fondos de las AFJP, el Estado no puede evitar intervenir, a través del gobierno, para evitar un colapso futuro, más inminente y más grave que lo que podrían imaginar los que ponen el grito en el cielo por cualquier cosa, con tal de mostrar su enojo, o defender a quien les paga.
Por otro lado; los compromisos financieros a encarar por el Estado argentino en el 2009, el acotado crecimiento proyectado en el presupuesto, la falta de acceso a financiamiento internacional, la baja en la recaudación por las exportaciones, la caída de los precios de los commodities, así como otras consecuencias que la crisis financiera internacional podría acarrear, nos llevan a pensar, indefectiblemente, que el verdadero propósito del proyecto puede ser “el manoteo” de los aportes jubilatorios para tapar seguros, posibles o eventuales agujeros de las cuentas fiscales.
Pensando mal, se podría decir que ambos propósitos son complementarios. Se alega la situación de las AFJP para echar mano a recursos que servirían para tapar pozos.
Pensando bien, ambos propósitos son merecedores del proyecto. En un caso, sería un salvataje para un colectivo que se empeña en desconocer su vulnerabilidad previsional. En el otro; sería recurrir a recursos para evitar males mayores. Claro que contribuiría a la tan proclamada “calidad institucional”, reconocer la necesidad de requerir de esos fondos por parte del Estado, ante una segura, posible o eventual vulnerabilidad de las cuentas fiscales. La sinceridad también puede ser una fortaleza, si se la sabe comunicar.
Es de esperar que, tal lo esbozado en la presentación de la iniciativa del Poder Ejecutivo, el verdadero y único propósito sea la intervención del Estado, ante una situación que “el mercado” no ha sabido, no ha querido, ni se ha propuesto responder responsablemente.
También, es de esperar que nuestros representantes sepan mejorar el proyecto oficial en función del bien común, estableciendo eficaces mecanismos de control para la administración de dichos fondos, dejando sus deportes predilectos de levantamanos incondicionales, o de émulos de Nazarena Vélez, para otra ocasión más simbólica.
Nada más que barullo se podrá esperar, en los próximos días, de los principales perjudicados por el proyecto oficial, quienes no desean capitalizar y aumentar más la rentabilidad de los fondos de sus afiliados cautivos, ni mejorar las condiciones laborales de sus empleados; sino seguir disfrutando de una suerte de sistema de reparto “al revés”, donde el Estado(todos nosotros) trabaja de “gil a cuadros”, poniendo lo que ellos prometen; pero no quieren, ni se han propuesto garantizar.
También, merecerían hacer escuchar su voz, en este debate, los trabajadores que, de pronto, se encontraron pasando de una AFJP a otra, sin llenar ningún formulario, perdiendo una parte importante de su capitalización; o quienes “apretados” por los promotores en su primer empleo “en blanco”, fueron afiliados compulsivamente; o damnificados como la periodista Sandra Russo, quien, al fallecer su marido, no pudo acceder al derecho(no al beneficio) de la pensión, debido a que su esposo, como autónomo, había pagado con retraso las últimas seis cuotas de sus aportes.
Es justo, también, hacer algo con los trabajadores de las AFJP, responsables de las situaciones descriptas en el párrafo anterior; hoy defensores acérrimos de quienes los empujaron a cometer dichos actos.
Y, también, merecería escucharse a los afiliados voluntarios que creyeron en la zanahoria del sistema de capitalización, sin tener capital, convencidos de que no iban a ser estafados como sus padres y abuelos, como se decía en los 90, y estaban y están en camino de quedar “agarrados de la brocha”.
Más allá de este “síndrome de Estocolmo”, en el que los estafados y los explotados declaran su amor a quienes los estafan y los explotan, en las pantallas y en las primeras planas, parecería ser que el principal problema, lo urgente, en la Argentina, no es cómo pueden hacer para ejercer sus derechos quienes no poseen los medios para ejercerlos; sino cómo se profundizan las herramientas para que los que poseen privilegios los puedan incrementar... Siempre y cuando, haya un gil detrás.

Buenos Aires, 30 de octubre de 2008

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