domingo, 6 de julio de 2008

"SOBRE LAS REGLAS DEL JUEGO"

“A partir de cierta edad, uno es responsable hasta de la cara que tiene”

Césare Pavese, citado por Manuel Vázquez Montalbán en “Asesinato en el Comité Central”, Editorial Planeta, Barcelona, España, 1981.


En el fútbol no se puede tocar la pelota con la mano, excepto el arquero, y sólo dentro del área, o cualquier jugador que esté por hacer un saque lateral. El resto del juego debe desarrollarse con los pies o con la cabeza. Así ha sido desde hace más de cien años, y todos hemos tenido que aceptar o festejar resultados, de acuerdo a esas reglas. Lo mismo nos ha pasado con el tenis, con el boxeo, con el automovilismo, con el rugby, con el ajedrez, con las bochas, y hasta con el ludo, el TEG o “el estanciero”.
Las reglas de un juego no garantizan el triunfo de nadie. Éste, por lo general, depende de la destreza, la inteligencia, la técnica, la habilidad, la fuerza o la suerte de quienes disputan ese juego. Incluso, a veces, quien es más inteligente, hábil, fuerte y diestro no triunfa. Pero todos, ganadores y perdedores, en mayor o menor medida, sabemos aceptar los resultados.
Por lo general, quienes pierden suelen discutir ciertas instancias del juego que pueden haber gravitado en el resultado final; pero a nadie se le ocurriría discutir las reglas de “la escondida” porque le toca contar, ni las de “la mancha” porque le toca ser ídem.
¿Por qué en la sociedad argentina no ocurre lo mismo? ¿Por qué ciertos sectores sociales, económicos y políticos(aunque nieguen ser cualquiera de las tres cosas) ponen en discusión las reglas del juego democrático, cuando el desarrollo de éste no los perfila como ganadores absolutos o “naturales”?
La Cámara de Diputados es el reflejo más representativo de la voluntad popular. En ella están representadas las mayorías y las minorías, con sus pesos, sus estrategias y sus matices. De ahí que sus decisiones son el inicio de una ley, tan discutible o acatable como la “del offside”. Quienes la integran, -nos gusten o no-, son el producto de la voluntad de popular. No son otra cosa que los representantes “que supimos conseguir”.
En casi veinticinco años de ejercicio democrático ininterrumpido, el Congreso Nacional ha dictado leyes discutibles y resistidas. Valgan como ejemplo las de Punto Final y Obediencia Debida, las de flexibilización laboral, o las que permitieron las privatizaciones de los recursos energéticos y los servicios, durante los años noventa. Todas ellas tuvieron sus resistencias y sus oposiciones; pero, en ningún caso, su discusión, su debate o su sanción, tuvieron como consecuencia el colapso o la puesta en duda de las reglas del juego democrático.
En todos los casos expuestos, los damnificados directos o indirectos(la gran mayoría del país), no tuvieron más remedio que aceptar un resultado desfavorable, aún a costa de sufrimientos, angustias y vidas.
A pesar de los daños ocasionados, a nadie se le ocurrió poner en duda, públicamente, el sistema democrático o las facultades de sus poderes, como en estos días, en los que más están ganando con la coyuntura económica mundial, no sólo ponen en jaque la economía nacional; sino, también, la institucionalidad de la república, si el resultado de una votación parlamentaria, no satisface sus ansias de ganar más y más.
¿Tan difícil es aceptar las reglas de un juego(¿juego?) que nos incumbe a todos?
Cada dos años, hubo elecciones y todos los ciudadanos adultos de este país hemos elegido u optado. Es decir; hemos tomado “decisiones de personas mayores”. Habremos acertado en algunos casos, o nos habremos equivocado, también, en algunos casos, o siempre. Dos años después, tuvimos y seguimos teniendo la oportunidad de corregir el rumbo o de tomar otra decisión.
Hay muy pocas ocasiones en la vida en las que podamos rever o cambiar el rumbo de nuestras decisiones.
Es decir; no podemos echarle la culpa a nadie por lo que hemos decidido en un cuarto oscuro en el que nadie nos observaba. Para lamentarnos está la iglesia, que en cada pueblo o barrio hay una.
Hace ocho meses, todos los argentinos adultos votamos a la mitad del parlamento que hoy debate la ley sobre las retenciones móviles. Dentro de un año y medio, tendremos la oportunidad de tomar la decisión por sobre la otra mitad, la que elegimos hace tres años.
Quizás, nos toque ser “mancha” o “contar”; o escondernos en el lugar más cómodo, para asomar el pescuezo y jugar el papel de víctima, que es el que mejor nos sale.
Lástima que San Martín y Belgrano, en esto, nos dirían de todo, menos bonito.


Buenos Aires, 4 de julio de 2008