viernes, 5 de noviembre de 2010

LOS KIRCHNER; ¿CIVILIZACIÓN O BARBARIE?


“¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo!”

Domingo Faustino Sarmiento, “Facundo, Civilización y barbarie”


Se ha escuchado y leído mucho, en estos días, que uno de los valores del ex presidente Néstor Kirchner fue el haber hecho “renacer la política”.
Valores que no se le reconocían, -al menos públicamente-, en vida de éste.
La expresiones masivas y espontáneas que siguieron a la noticia de su fallecimiento, hicieron que ese reconocimiento no se pudiera disimular; ni, aún, por sus más encarnizados adversarios.
Para otros, este “renacer de la política”, constituyó un “despertar de odio”.
Odio que, al parecer, existía antes del 25 de mayo de 2003; sólo que estaba “dormido”; y lo que hizo el gobierno que se iniciaba ese día fue, simplemente, “despertarlo”.
¿Quién era o es el poseedor de ese odio?
Como siempre, cada cual lo cuenta, según cómo le haya ido en la feria.
Para los opositores al gobierno, ese odio está encarnado en D´Elía, Moyano, Moreno y etcéteras.
Para sus partidarios, el odio lo representan el Grupo Clarín, “La mesa de enlace”, ciertos bloques parlamentarios de la oposición, y otros etcéteras.
Lo cierto es que, como el sol en la canción de Marilina Ross, “aunque no lo veamos”, el odio “siempre está”.
El pasado miércoles 27 de octubre, Sergio se había anotado para trabajar como “censista”. Le tocó un edificio de departamentos en Flores, y el encargado se había tomado el trabajo de prepararle un escritorio y convidarle con mate y galletitas, mientras iba llamando uno por uno a los habitantes de los departamentos.
Había censado a tres o cuatro vecinos, que se habían mostrado cordiales y solidarios; cuando apareció en el hall un hombre.
-“¡Buenos días!” –saludó sonriente. –“¡Excelentes noticias! ¡Se murió Néstor Kirchner!”
Sergio y el encargado hicieron de cuenta como que el hombre realizaba una broma que no estaba dirigida a ellos.
Luego, estalló en una carcajada cuando Sergio le preguntó si en su familia había miembros de pueblos originarios o afrodescendientes.
Finalmente, se retiró diciendo: “¡Hoy es un día de fiesta!”
María Gabriela, ese día, también trabajó como censista. Al igual que a Sergio, le tocó un edificio; pero en su caso en el barrio de Caballito y, como éste era pequeño y no tenía encargado, María Gabriela no tuvo más remedio que ir censando puerta por puerta.
En el tercer o cuarto departamento, se enteró de la muerte de Néstor Kirchner. Allí, lógicamente, se detuvo más tiempo que en el resto. Sus habitantes, respetuosos, compartieron la sorpresa con ella.
Cerca del mediodía, tocó a la puerta del último departamento; el “A” de la planta baja. Allí se encontró con dos mujeres de unos setenta años. Estaban sentadas alrededor de una mesa prolijamente puesta. En el centro, había un balde con hielo y una botella de champán. Las dos mujeres le habían reservado una tercera copa a María Gabriela.
-“¡Llegaste justo!”, -le dijeron, ni bien ingresó. –“¡Estamos festejando! ¿Querés brindar con nosotras, querida?”
María Gabriela agradeció y se excusó alegando todo el trabajo que aún le quedaba por hacer. Realizó las entrevistas y, al retirarse, una de las mujeres le dijo: “¡Dios nos escuchó!”
Unos días después, en un “Farmacity” de Palermo, en Honduras, entre Salguero y Medrano, Mónika esperaba su turno en la fila para pagar, frente a la caja.
Allí, una mujer intercambiaba, muy cordialmente, comentarios ocasionales con el cajero. Antes de retirarse, la mujer dijo: “¡Ahora, sólo hace falta que se muera la yegua!”
Lo dijo en voz bien alta, como para que la escucharan todas las personas que estaban dentro y fuera del amplio local.
El escritor Dalmiro Sáenz contaba, hace unos años, que decidió hacerse peronista el día en que, mientras Eva Perón agonizaba, leyó en una de las paredes de la calle Austria, la leyenda “¡Viva el cáncer!”
Dicen que, la semana pasada, en la esquina de Junín y Viamonte, apareció una pintada sin firma que dice “¡Viva el colesterol!”
También, Dalmiro Sáenz era quien contaba la escena repetida en diversas casas de Barrio Norte, Recoleta y Barrio Parque; donde, mientras, en las cocinas, las sirvientas lloraban desconsoladamente ante la muerte de Eva Perón, en los comedores y en los living se festejaba desembozadamente.
El autor de estas líneas se crió en un hogar profundamente antiperonista. Sin embargo, ante determinados sucesos, jamás escuchó expresiones similares a las narradas anteriormente.
A pesar de eso, recuerda la indignación de su abuela materna al leer una carta de lectores en el diario La Prensa, donde se hacía referencia a ciertos festejos que se realizaron en el barrio de Mataderos, luego de confirmarse el asesinato del ex dictador Pedro Eugenio Aramburu, por parte de la organización armada “Montoneros”.
Las divisiones de clase o ideológicas, en Argentina, no las inventó el kirchnerismo o el anti kirchnerismo.
El mismo Mariano Grondona recordaba, hace unos doce años, en un reportaje, cuando conoció a Antonio Cafiero, a principios de los años sesenta:
-“¡Es peronista; pero, increíblemente, se puede hablar con él!”- decía que le contaba a sus amistades.
La obra cumbre de las letras argentinas, “nuestro Quijote”, el “Facundo”, de Domingo Faustino Sarmiento, se basa en la disputa entre “Civilización y Barbarie”, según la cual la sociedad argentina estaba atrapada en ella, desde la misma Revolución de Mayo.
Según Sarmiento, partidario de “la Civilización”, ésta se representaba en Norteamérica, Europa y el puerto de Buenos Aires; mientras que “la Barbarie” se manifestaba en los caudillos del interior, en la España de entonces, en el gaucho (“no ahorre sangre de gauchos”, le escribió al Presidente Mitre), en el beduino, en el paisaje de La Pampa y en el desierto musulmán.
Casualmente, el “Facundo” de Sarmiento se publicó, por primera vez en Chile, en 1845. Cien años antes de que el Diputado Sanmartino calificara como “Aluvión zoológico” a los acontecimientos masivos del 17 de octubre de 1945.
Es decir que las diferencias de hoy en día no son otra cosa que la expresión de las divisiones descriptas en el “Quijote” argentino.
Con ellas, algunos hemos aprendido a convivir, y hasta nos esforzamos en el intento cotidiano de superarlas.
Otros, continúan en “su puesto de batalla”, como si anhelaran repetir la escena en la que el niño Leandro N. Alem vio cómo su padre era ahorcado en los Corrales de Miserere, luego de la batalla de Caseros.
¿Quién es “el civilizado” y quién “el bárbaro” en las anécdotas relatadas?
El kirchnerismo no inventó el odio; apenas lo despertó.
Y no faltará quien diga “contra Kirchner, estábamos mejor”.


Buenos Aires, 3 de noviembre de 2010

1 comentarios:

A las 5 de noviembre de 2010, 16:38 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Excelente analisis.
Omar (todavia en Canadá)

 

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