martes, 12 de octubre de 2010

"¡AHORA, TODOS SOMOS MARADONA!"


“Entonces vinieron los parientes ricos
y le dijeron:
—Eres pobre, pero ningún boludo.
Y el boludo fue ningún boludo
y quemaba en las plazas
las hojas que molestan en otoño.
Y llegó fin de mes.
Cobró su primer sueldo
y se compró cinco minutos de boludo”

Isidoro Blaisten, “Balada del boludo”


Mientras, en Europa, un vertido de barro tóxico contamina las aguas del Danubio, los argentinos descubrimos que nos va como nos va, gracias a un artículo publicado en el diario madrileño “El País”.
“El estigma Maradona”, dice el título del texto, escrito por un periodista inglés y por un psicoanalista que trabaja, en Europa, de “ex argentino”.
Allí descubrimos (nosotros, “los psicoanalizados” y el psicoanalista) que “Todos somos Maradona”.
Los Kirchner y los mellizos Noble-Herrera.
El matrimonio Duhalde y las hermanitas Escudero.
Los Rozichner y Los Carabajal.
Leuco, Eliazchev y “Los blogueros K”.
Hebe de Bonafini y Cecilia Pando.
Beatriz Sarlo y Ricardo Fort.
“Todos somos Maradona”, así como, alguna vez, todos fuimos José Luis Cabezas, o Axel Blumberg, o Fibertel.
Y en tren del “reduccionismo de cabezas” que ya no realizan los jíbaros, podríamos decir que todos los ingleses son “Jack, el destripador” o Margaret Thatcher.
Y no habrá Beatles o Shakespeare que valgan.
O que todos los españoles son como Jesús Gil y Gil, o como Francisco Franco.
Y no habrá Serrat, ni Cervantes, ni Almodovar, ni Iniesta que logren descontar.
Y, así, podríamos seguir por todos los países del mundo.
Por todos esos que nos envidian o nos consideran un desastre.
Y todo por culpa de Maradona.
Como si antes de que existiera Maradona no hubieran existido la Argentina, ni los argentinos.
Como si Borges, Cortázar, Arlt, Marechal, Gardel, Piazzolla, Messi, Tévez, Favaloro, Milstein, Ginastera, Argerich, Evita, Guevara, Spinetta, García, Fangio, Vilas, Monzón, “Los pumas” o “Las leonas” fueran cualquier cosa, menos argentinos.
Como si los que amenazan con no abrirle la puerta al “censista” fueran franceses.
Como si los que confundieron a Matías Berardi con un ladrón fueran suizos.
Como si los que votan en las elecciones fueran escandinavos.
Como si los dos tomos de ¿historia argentina? que escribió Jorge Lanatta se llamaran de otra manera.
Como si los que chocan en “las callecitas de Buenos Aires” fueran peruanos; pero no como Vargas Llosa.
Como si los que festejan San Patricio en la calle Reconquista fueran irlandeses “en serio”.
Como si comer mortadela y eructar caviar fuera patrimonio de los albaneses.
Como si festejando “Hallowen”, en Pilar, nos convirtiéramos en miembros del “Tea Party”.
Como si la nota del diario El País no hablara de quienes admiran a María Granata, y alimentan el raiting de Tinelli.
Como si el único argentino en el mundo fuera Maradona.
Como si los desatinos de la historia argentina fuera fueran culpa de Maradona.
Como si el único hipócrita, ignorante y de derecha fuera “el diez”, y los demás fuésemos “decentes, bienpensantes y apolíticos”.
Como si todos tuviéramos una “madre santa”.
Como si el único boludo (palabra argentina si las hay) fuera Maradona.
Como si el Twitter fuera un certificado de buena conducta.

Buenos Aires, 11 de octubre de 2010

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