lunes, 1 de noviembre de 2010

"LA DESNUDEZ"


“Que tus ejércitos militen el oro y la tempestad, Magnus Barfod.
Que mañana, en los campos de mi reino, sea feliz tu batalla
Que tus manos de rey tejan terribles la tela de la espada.
Que sean alimento del cisne rojo los que se oponen a tu espada.
Que te sacien de gloria tus muchos dioses, que te sacien de sangre.
Que seas victorioso en la aurora rey que pisas Irlanda.
Que de tus muchos días ninguno brille como el día de mañana.
Porque ese día será el último. Te lo juro rey Magnus.
Porque antes que se borre su luz, te venceré y te borraré, Magnus Barfod”.

Jorge Luis Borges, “El enemigo generoso”


“Qué cosa; ¿no? Ya no tenemos papá, y estamos maravillosamente desamparados ante el mundo”

Monólogo final de la película “Solos en la madrugada”, interpretado por José Sacristán.


¿Para qué hablar sobre la muerte, si tanto se ha escrito y dicho ya?
Que cumplan con su trabajo los sepultureros, y con su oficio de lenguas las comadres.
Los cuervos se han encontrado con un bocado repentino.
De pronto, “los crispados” debieron echar mano a su mejor traje, y borrar con el codo lo escrito el martes.
La tregua se parece, más que nunca, a una pregunta: ¿Será, sólo, apenas, una tregua?
“¿Los pantalones largos se usan sólo en los velorios?”, se pregunta, ansiosa e incómoda, “la chiquillada”.
Los mayores, agotados, contestan con un gesto. Dicen que sí.
Los mocosos protestan por lo bajo.
“¡Ufa! ¡Contra el finado estábamos mejor!”
Los impacientes pierden hasta sus buenos modales.
Y como en todo lo hecho “de apuro”; terminan desafinando o interpretando una partitura que ya es vieja, pasada de moda, o “de mesa de saldos”.
En el medio del escenario, miran hacia el costado.
Se quedan “sin letra”.
“Barajar y dar de nuevo”, murmuran deudos, deudores y acreedores.
“Desensillar hasta que aclare”, aconsejan los más ladinos.
La muerte sacó la escalera, y la “opinión publicada” “quedó agarrada de la brocha”.
Obligados a mostrar lo que, hasta entonces, no habían querido mostrar ni ver.
¿Y todos éstos? ¿Dónde estaban? ¿De dónde salieron? ¿Qué saben de la vida? ¡Todavía, tienen que tomar mucha sopa!
Dicen los que estrenan “pantalones largos”, y no han tenido tiempo de “coserse el dobladillo”.
Otros, con su silencio y su ausencia, sorprenden. Contribuyen más que con sus dichos y sus fotos.
Nunca faltan los odiosos que comparan.
Que comparan a una viuda con otra anterior, y la lluvia de un entierro con el otro.
Son quienes confunden “política” con “estética”, y “amor” con “conveniencia”.
“El finado daba una razón de ser”, reflexiona un veterano.
“A los que ´lo bancaban´, y a los que lo odiaban con todo su ´viva el cáncer´ a cuestas”.
Lo cierto es que “el Chirolita de Duhalde” no inventó la Corte Suprema “sin mayoría automática”, la reanudación de los juicios por violaciones a los Derechos Humanos, la cancelación de la deuda con el FMI, la integración latinoamericana, la resolución de las protestas sociales “por otros medios”, los etcéteras y los etcéteras.
No. Él no inventó nada.
Todo eso ya estaba.
Eran una serie de reclamos que tenía mucha “gente”, “ciudadanos”, “pueblo”, o “minas y tipos”, o “negros de mierda”. Como le guste decir a cada uno.
Él, lo único que hizo, fue llevar a cabo eso que ya latía cuando, aún, no era, ni siquiera, Intendente de Río Gallegos.
Como hizo Raúl Alfonsín con el Juicio a las Juntas Militares, o con el objetivo compartido de poder ver a un Presidente Democrático entregar la Banda y el Bastón a otro Presidente Democrático.
Nada más.
Ni nada menos.
En ese entonces.
Tampoco, “el Tristán trucho” inventó debates, como los de la cuestión de “el campo”, o “la ley de medios”, o el “matrimonio igualitario”.
Simplemente, puso “encima de la mesa” lo que, “por debajo”, era un reclamo y un secreto a voces (muchas veces, acallados, intencionalmente u oportunamente).
Nada más, corrió la alfombra, cambió de lugar los muebles y dejó la mugre a la intemperie.
Y que no la vea el que no la quiera ver.
No hizo la Revolución Socialista, ni expropió, ni nacionalizó los medios de producción, ni la banca.
No ahorcó ni fusiló a nadie.
No tomó “el Poder”.
Apenas, se atrevió, -nada más, ni nada menos-; a “ponerlo en discusión”.
Nada más.
Ni nada menos.
En este entonces.
Por “esas pocas pavadas”; ¡Gracias Néstor!”
¡Fuerza Cristina!
Y fuerza todos los que, todavía, tenemos mucho por reclamar.

Buenos Aires, 1 de noviembre de 2010

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