viernes, 30 de octubre de 2009

“CUALQUIER CACATÚA SUEÑA CON LA PINTA DE CARLOS GARDEL”


“Uno tiene en los ojos
el humo del billar.
Otro las ilusiones se lo llevó al remate.
El tercero es el único que se dice normal.
Justo él que ha vivido
cuidando un empate”

Jaime Roos; “Las luces del estadio”









¿La verdad? ¿La verdad? Está todo muy lindo. Los tópicos están a la orden del día, y
el maniqueísmo es imbatible, tanto para un lado como para el otro.
Todo el mundo parece contento de que se le vea “la sota”, y parece no importarle.
Por más que lo que diga o publique sea con el halo sagrado de una verdad revelada que, apenas se rasca un poquito, se cae de tan maduros y pasados que están los argumentos.
Es que nos conformamos festejando jugadas, mientras nos olvidamos de cómo va el partido y de la posición en la tabla.
Es que nos indignamos con las picardías ajenas y con los fallos de un “referí bombero”, pero no prestamos atención a la manga de pataduras con la que armamos un equipo, que cada día se parece más a una murga de barrio.
Festejamos “rabonas y caños”, mientras seguimos perdiendo y nos seguimos yendo al descenso.
Nos indignamos por un penal no cobrado; pero seguimos sin reconocer que el equipo lo armamos con “los dueños de la pelota”, que “no paran ni el colectivo”, ni llegan al arco rival aunque coimeen a los defensores.
Y ya se termina el 2009, y “el pescado sin vender”.
Porque, si bien hemos avanzado bastante; no debemos olvidar que lo único que hicimos, desde el 2002 hasta la fecha es pagar deudas.
Con el FMI, con los holdouts, con los Derechos Humanos, con los jubilados, con “los laburantes”, con los desocupados, con la Corte Suprema, con los pibes, con etcéteras y etcéteras.
Nada más, ni nada menos.
Pero no dejan de ser deudas económicas, sociales, culturales y políticas.
Deudas al fin. Apenas deber menos que lo que se debía antes.
El desarrollo es otra cosa. ¿No?
Y con “caños y rabonas” se puede estar más cerca del arco rival; pero con eso no alcanza.
Hay que meter goles para ganar los partidos; y hay que ganar los partidos para ascender de la “C” a la “B”, por más que hace un rato estábamos en la “D”.
Quién dice que, un día de éstos, no aparecemos jugando en “Primera A”.
Lo que se dice ver “la mitad del vaso llena”, y también “la mitad vacía”.
Lo que no sirve es indignarse.
Sobre todo cuando no se ganó el partido que se dice haber ganado, que fue apenas un empate; y de local, para colmo.
Porque hay sectores políticos que se parecen mucho a esos clubes que no se proponen ascender; sino, conformarse con la mitad de la tabla.
“Ventaja mínima”, les decían en el barrio.
Hablan y actúan de una manera como si no quisieran gobernar nunca; como si aceptaran al kirchnerismo como un padre; al que se enfrenta; pero que siempre será el padre.
Y, sobre todo, al que le deberán la vida.
Es como si nunca quisieran irse a vivir solos o en pareja, y se negaran a abandonar una eterna adolescencia política.
Sabido es que la indignación, -hoy por hoy-, “garpa”; y parece que bastante.
Es lo mismo que cierta rebeldía; ayuda “a levantar”. Después, “la pareja” es otra cosa.
Pero, mucho más acá que “a la larga” y un poquito más allá que “a la corta”, la indignación no deja de ser “pan para hoy y hambre para mañana”.
Por eso, tenemos que dejar de festejar “sombreritos” y “chilenas” que no llevan la pelota a la red, e indignarnos un poco menos, y pensar en el futuro.
El 2011 está más cerca que “la Patria Socialista” en los setenta, y que “el Primer Mundo” en los noventa.
Y con lo que hay; con suerte, llegamos al 2001.

Buenos Aires, 30 de octubre de 2009

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