lunes, 5 de octubre de 2009

"GRACIAS A LA VIDA"


“Viva Tucumán,
menos uno”

Mercedes Sosa, en “Zamba de Monteros”


Se nos fue “La mami”, como le decían León y el negro Heredia; la que nos enseñó a escuchar y a entender a Manuel J. Castilla y al “Cuchi” Leguizamón, a Isella y a Tejada Gómez, a Hamlet Lima Quintana, la que le puso la mejor voz que podía a esa aritmética chacarera de Eduardo Lagos que se llamaba “La oncena”.
La que nos tradujo a Yupanqui, como si hiciera falta.
La que se le animó a Cadícamo, a Manzi y a Cátulo Castillo, viniendo de “otro palo”.
La que los mantuvo vivos a Violeta Parra y a Víctor Jara.
La que se les animó a Caetano, a Chico y a Milton, en portugués o en español.
La de “todo cambia”.
La que nos hizo sentir menos “parias” a los que escuchábamos a Charly, a León o a Spinetta; la que, últimamente, nos demostró que era una boludez no mezclar un poema de Tejada Gómez con el pibe de “Calle 13”.
Se nos fue la de los discos escondidos en la funda de uno de Doménico Modugno o de Sabú, como para no levantar sospechas, en momentos en que todos éramos sospechosos.
Se nos fue la responsable de aquel beso inolvidable.
Se nos fue la voz en la que volaba un pájaro libre en libre vuelo, cuando la moda era “hacer puntería”.
Se nos fue “la voz de América”, “hermano americano”.
Queda la música; esas canciones que siempre van a estar volviendo “cantando al sol como la cigarra”; o prometiendo “cuando tenga la tierra”; la de “las simples cosas”.
Los que ya sabemos, se quedarán con la anécdota de cuando fueron presos ella y toda su audiencia, en Quimes, allá por 67, cuando mandaban los chupasirios.
Esos recordarán las actuaciones suspendidas por amenazas de bomba o el exilio.
Nosotros, nos quedamos con el Ópera, en febrero del 82, cuando nos ayudó a mojarle la oreja a la dictadura, antes de Malvinas.
Nosotros, los que estamos de “éste lado”, nos quedamos con el recital en Ferro, con el de Vélez, con el del Gran Rex, con León y con Víctor, en plena hecatombe del 2002, cuando nadie quería cantar.
Nos quedamos con muchas otras veces, como la de “El Rosedal” o la de “El Colón”.
Nos quedamos con cuando cantó para Cristina, Lula, Bachelet, Evo, Chávez, Lugo y Tabaré, y uno no pudo reprimir un “¡Ganamos!”.
Ellos, los miserables que se quedan con las migajas de la represión, se conforman con muy poco, con simples consuelos de esbirros.
Se nos fue “la negra”.
Sí. Lo sentimos y lloramos.
Pero hoy era el día señalado, el de cantar, decir o susurrarnos “Gracias a la vida”.
Gracias a la vida por haber sido contemporáneo de una voz y una personalidad tan “señera”.
Gracias a la vida por haber permitido que su canto nos enseñara sobre la belleza y la ética.
Gracias a la vida por haber permitido que seamos esto que somos, escuchándola.
No vale la pena decir “cuanto hijo de puta anda suelto”.
Nos queda el desafío de aplicar lo aprendido y lo vivido, sin ella.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Gracias a Mercedes que nos ha dado tanto.

Buenos Aires, 4 de octubre de 2009

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