viernes, 6 de febrero de 2009

"MOROCHOS Y MOROCHOS"

“Supe que lo sencillo no es lo necio,
que no hay que confundir valor y precio”

Joan Manuel Serrat; “Soneto a mamá”


Evo Morales no es noticia cuando gana una elección, aunque lo haga por más del 60% de los votos. En cambio, sus opositores(tan parecidos a los opositores de este lado de La Quiaca) tienen toda la prensa(local e internacional) para decir que hubo un empate(¿?) o, luego, que hubo fraude.
¿No le suena a lo que dijo “la Guillermo Patricio Kelly del 2000”, cuando perdió las elecciones presidenciales, en octubre de 2007?
Esto pasa, seguramente, porque Morales es el primer presidente indígena de Bolivia; y aunque ganara por el 90%, tendría más prensa la cercanía de su color de piel con Hugo Chávez, la “chumpa” que hizo famosa, o alguna forzada similitud con Ceaucescu. A nadie se le ocurrirá recordar que, desde 1985, el único que llegó a ganar una elección presidencial con más del 30%, en ese país, fue el ex dictador Hugo Banzer, en 1998.
Es que “lo importante” no es “lo que importa”, y nadie es quién para decirle a un medio de comunicación qué es lo importante, ni qué es lo que importa. Ni siquiera un presidente(o presidenta) democráticamente elegido.
Pero, así como Morales es el primer presidente indígena de Bolivia, y de América Latina; Barack Obama es el primer presidente negro de los Estados Unidos. Claro que una cosa es ser un morocho en el gran país del norte, y otra es ser un morocho por estos lares. Allá, hasta puede ser presidente, como dice el “american dream“. Acá; “hay que matarlos a todos”, como repite cualquier imbécil.
Sino; veamos. Cuando asume uno; “es un día histórico para la humanidad”. Cuando el otro gana una elección por más del 60% de los votos; “está en juego la gobernabilidad”.
Algo parecido, pero al revés, sucede con los racistas y xenófobos. Una cosa es ser un skinhead en Alemania o en Austria; y otra cosa muy distinta es serlo en el barrio de Belgrano o en Santa Cruz de la Sierra. Allá, uno de estos especímenes vernáculos no sería otra cosa que un inmigrante más, como los turcos, marroquíes, rumanos o dominicanos con los que se divierten a cadenazos los especímenes de allá, cuando se pasan de cerveza. En cambio, aquí, cualquier bisnieto de inmigrantes con la cabeza rapada y un par de borceguíes se cree el último bastión de la superioridad racial, persiguiendo “perucas”, “bolitas”, “yoruguas”, “paraguas”, “rusos” y “chinos”, cebado por los titulares de Crónica y el monólogo del taxista.
También pasa lo mismo con la contaminación en Entre Ríos. Contaminación es la de la pastera Botnia(que no cabe duda que es y que será); no la del glisfosato con la que se fumigan los campos de soja y las localidades aledañas. En todo caso, cuando el desastre sea irreversible, se dirán que son “daños colaterales”, tan cínicamente justificables como los de cualquier bombardeo a una población civil.
Algo parecido ocurrió esta semana con la agresión al diputado Agustín Rossi y sus acompañantes, en la localidad santafesina de Laguna Paiva. A regañadientes, la “sociedad decente, bienpensante y apolítica” no tuvo más remedio que condenar el hecho o, infantilmente, buscar justificaciones. Eso si; nadie utilizó la palabra “Patoteros” para calificar a los agresores, ni se habló de “grupos de choque“, ni de “gente pagada“. Ni siquiera lo hicieron “periodistas que fueron jóvenes promesas de izquierda en los noventa y ahora son destacadas realidades de la derecha”, como escribió un destacado periodista y escritor, al que el autor de estas líneas está sacando de contexto.
Tanto hacer mención a la globalización y a la revolución científico-tecnológica, para terminar leyendo, escuchando, pensando y hablando como si estuviéramos en los tiempos de la colonia, o en la época de las patotas “nazionalistas” de Rivaneira Carlés, que salían a perseguir a los abuelos de los que hoy escriben y hablan, como escriben y hablan.

Buenos Aires, 6 de febrero de 2009

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