jueves, 8 de mayo de 2008

LOS HISTÉRICOS SOMOS LO MÁXIMO

“Oye, hijo, las cosas están de este modo,
una radio en mi cuarto me lo dice todo:
`No preguntes más´.

Charly García, “Instituciones”


Las histéricas somos lo máximo!
Extraviadas, voyeristas, seductoras, compulsivas
finas divas arrojadas al diván de Freud y de Lacan.
Ay! Segismundo, cuánta vanidad!
infantiloide y malsano el orgasmo clitoriano?
Ay! Segismundo, cuánta vaginalidad,
el orgasmo clitoriano se te escapa de la mano.
Ay! Segismundo de tan macho ya no encaja
no me digas que el placer es pura paja.
Por lo demás correspondo a tus teorías
estoy llena de manías, sueños, fobias y obsesiones,
sólo tu envidia del pene y el diván de tus eunucos
administra mis pulsiones compulsivas.
Cómo me duele este mundo, Segismundo
la parálisis, la envidia, la neurosis nos gobierna
como me duelen los pobres, como jode la miseria,
ora si que lo de menos es la histeria.
Ay! Segismundo, ...
Las histéricas somos lo máximo!
Solidarias, fabulosas, planetarias, amorosas
super egos moderados, cunnilinguos para todas a placer...
Ay! Segismundo, cuánta vanidad!
Ay! Segismundo, cuánta vaginalidad,
Ay! Segismundo de tan macho ya no se
si poner punto final, o ponerle punto G.

Liliana Felipe; “Las histéricas”


Los incendios en el Delta del Paraná y zonas aledañas se apagaron, hace más de diez días. Pero algunos medios de comunicación y “ciudadanos de bien” necesitan que el humo siga flotando en el inmaculado y perfumado aire porteño, para poder seguir diciendo que “nunca estuvimos peor que ahora”, a pesar del crecimiento, de los casi 25 años de Democracia que estamos por cumplir, y de los cinco meses que lleva este gobierno “que supimos conseguir”, como los laureles del Himno. De ahí la convocatoria de algunos medios a sus lectores a enviar sus testimonios, a través de internet, como si estuvieran en la fatídica noche de la tragedia de “Cromagnón”, pero haciéndolo desde una oficina de un piso quince del microcentro porteño; o desde el subsuelo de un call center, donde apenas entra un suspiro cada media hora.
En realidad, el humo de los pastizales se fue de la misma manera que vino. Sin dar indicios de porque vino, ni de porque se fue; y sin que nadie(ni los medios de comunicación, ni el gobierno) se tome el trabajo de explicarlo, al igual que la inflación. ¿Tan necesaria es su presencia? ¿Tanta es la necesidad de espanto? Parece que sí. De ahí la escasa o sobreactuada aceptación que tuvo dicha convocatoria. Apenas cinco mensajes, en el diario “La Nación”. Igual que un respetable programa radial de la mañana dedicando la mitad de su emisión del martes 6 de mayo a “el día del psicólogo”, cuando dicha celebración es el 13 de octubre.
“¡Un psicoanalista a la izquierda del dial!” –diría Raúl Alfonsín, con la prestancia de otras épocas, con la que se animaba a desafiar a cualquiera que se le atreviera a contradecirlo con el clásico “¡A vos no te va tan mal, gordito!”
Por eso, mientras el humo no termina de irse, o ya se lo extraña; aparecen las cenizas de un volcán a más de mil kilómetros de la ciudad de Buenos Aires; pero la persistencia de las imágenes y la necesidad de escándalo nos hacen imaginar que el cráter se encuentra en Avellaneda, Villa Madero o Florida, y así contribuimos a la confusión general.
Y, en función de la confusión general, es lo mismo hablar de una simple reunión, de un acuerdo, de diálogo, de “medidas concretas” como si todos estos términos fueran sinónimos; sin aclarar que se está hablando de una “negociación”, en la que se exponen y se contemplan intereses. Sobre todo intereses.
Y todos esos términos y conceptos forman parte de algo mayor que se llama “negociación”.
Y, como en toda “negociación”, ciertas “medidas concretas”(como las exigidas, a cada rato, por el representante de la Federación Agraria Argentina), para un sentido común, tendrán que ser el resultado de “acuerdos”, a los que se llegarán a través de una o muchas reuniones entre quienes representan esos intereses, en función de la mutua voluntad de “un diálogo”, en pos de llegar a una solución al conflicto que los enfrenta. Y eso es “una negociación”. Nada más, ni nada menos
Quien haya pasado por un divorcio, por un despido, o por la resolución de cualquier conflicto personal serio, sabrá de qué se trata.
Pero, como hay que llenar espacios(radiales, televisivos, gráficos y de internet), no es importante separar la paja del trigo, ni discriminar entre las distintas instancias o pasos de un proceso, y es lo mismo el puntaje de Lafauci a Adriana Aguirre, que “la joda” para la que lo tomaron a De Angeli, o si Alberto Fernández atendió el celular o se levantó para ir al baño.
No hay mejor homenaje a Freud en su cumpleaños, que demostrar que la histeria no es sólo femenina, y que los caprichos no son sólo patrimonio de los “locos bajitos”. Pensemos que, excepto la Presidenta, Ernestina Herrera de Noble, María Laura Santillán y Romina Picolotti, todos los protagonistas de los acontecimientos de las últimas semanas son “muchachones”, “hechos y derechos”(sobre todo “derechos”).
¿Qué esperaría alguien sensato de una negociación? “Que se llegue a un resultado lo más satisfactorio posible para ambas partes”, quiero creer que sería la respuesta mayoritaria, con el más común de los sentidos.
Parece que no. Parece que la premisa de “cuanto peor, mejor” se ha hecho carne en nuestro “periodismo independiente”, y “la agudización de las contradicciones del sistema” son la bandera de los exponentes de ciertos negocios, así como en otra época defendían el “achicar el Estado para agrandar la nación”.
El mismo Estado que hoy reclaman que se haga presente, como bombero y/o enfermero del deterioro social; como si éste y las decisiones políticas(no sólo de los últimos gobiernos; sino también de la ciudadanía que eligió a sus representantes) no tuvieran nada que ver.
También parece que la única salida posible a un conflicto con determinados sectores es aceptar sus imposiciones y condicionamientos. Reclaman el debate; pero no aceptan discutir. Exigen el mejoramiento de la calidad institucional, pero rechazan cualquier mención a la autocrítica. Declaman la transparencia; pero extorsionan y manipulan. Proclaman la distribución de la riqueza; pero no aceptan discutir nuevas reglas del juego.
“Malas costumbres”, cantaría Carlos Santana. Lógicamente, tiene que ser más factible de solución una negociación con un ex esposa despechada, por un régimen de visitas, que acordar una política agroganadera con los representantes del sector, o discutir una nueva ley de radiodifusión con el autoproclamado periodismo independiente. Con perdón de la mencionada señora, por supuesto, por tal comparación. Aunque algunos interlocutores se comportan como ex esposas despechadas.
Así de caprichosos son los protagonistas de esta obra de teatro, y así de malos y limitados son los actores; que no saben hacer otro papel que el de sí mismos.
No prometo; pero sí me propongo, la semana que viene, no volver a hablar del conflicto del campo, del humo y de la manipulación de los medios de comunicación. Pero si así no lo hiciese...
¡Ay! ¡No sé qué vas a pensar de mí!

Buenos Aires, jueves 8 de mayo de 2008

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