domingo, 26 de abril de 2009

"ES LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD… ¡ESTÚPIDO!"

“Pobre gente,
la gente,
que en nombre de su Dios
mata a otra gente.
Pobre Dios el de esa gente.
cruel, perverso,
nunca escucha los dolores
de la gente asesinada
por los odios
que ese Dios desata impune
ante su gente”.

Liliana Felipe; “Pobre gente”



Tener un arma en la casa no siempre es muy efectivo, a la hora de prevenir o de evitar un delito; y el chofer Daniel Capristo ya no puede dar fe de ésto. No sólo no pudo evitar su asesinato; sino que hasta podría haber herido o matado a un vecino, o a alguno de sus hijos, de acuerdo a las pericias judiciales realizadas en el lugar, y que ni TN, ni Crónica TV, ni C5N difundieron, de la misma manera que propalaron el intento de linchamiento del fiscal.
Es que un trabajo pericial es una labor fría, seria, que requiere de especialistas en la materia que, generalmente, conduce a desentrañar lo ocurrido, y que será imprescindible a la hora en que un juez imparta Justicia.
En cambio; la cobertura de un linchamiento no requiere de ninguna frialdad, ni de ninguna especialización, ni técnica. Mucho menos de seriedad. Sino de movileros cebados como fieras que olieron sangre, a quienes no les interesa contar la verdad, sino realizar un relato espectacular que haga valer el raiting sobre la competencia; y no propender a que se haga “Justicia”, sino a un “ajusticiamiento” por parte de una turba exacerbada por sus quince minutos de fama.
Es que “el show debe seguir”; y cuanta más inseguridad haya mejor. A la pena de muerte exigida por la farándula, esta semana, se le agregaron los pedidos de amputación de miembros y de control de la natalidad a los habitantes de las villas, exigidos por simples “ciudadanos anónimos”.
“Dale nomás… Mezclao con Stavisky va Don Bosco y “La Mignon”, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín”.
Porque, desgraciadamente, a los medios de comunicación no les interesa la seguridad. Para ellos, siempre es mejor alguien desangrándose en la vereda que una ambulancia que llega a tiempo. Es más; la ambulancia conspira contra “la libertad de prensa”, como bien lo advertían “los tíos Bernardo y Chiche”.
Pero, también, -reconozcamos de una vez- desgraciadamente, la justicia no puede hacer nada contra la inseguridad. Su trabajo consiste en “llegar después” de que el delito se cometió. A lo sumo dictará una condena acorde para el culpable del hecho, que dejará satisfechas o no a las víctimas o sus deudos. Pero eso, siempre, ocurrirá después. Nunca antes que el delito se produzca.
Por lo tanto; ningún endurecimiento de las leyes penales evitará que ciertos hechos ocurran.
Acaso; ¿qué ocurrió luego de las modificaciones arrancadas al Congreso Nacional, bajo la presión de las velas de las marchas convocadas por Juan Carlos Blumberg, hace ya cinco años? ¿Cuántos delitos se evitaron? ¿Contribuyeron a disminuir la inseguridad?
En estos días se debate en el Congreso la baja en la edad de imputabilidad. ¿Qué va a pasar después? ¿Es de esperar que los menores dejen de delinquir? ¿Dónde van a ir a parar los pibes mayores de catorce años, luego de cometer un delito? ¿A los mismos institutos donde van a parar hoy los mayores de dieciséis? ¿Contribuirá la aprobación de la ley a mejorar la seguridad? ¿Tendrá “la gente” más tranquilidad? ¿Tendrán los pibes mayores de catorce otro horizonte, luego de haber sido procesados como adultos? ¿Acaso algún mayor de dieciséis, de dieciocho o de veintiún años dejó de cometer un delito pensando en el endurecimiento de las penas?
Después del delito llegan la ambulancia, los móviles de televisión, la policía y la justicia. Antes del hecho, llegan unas condiciones de vida que llevan “derechito” al delito como forma de supervivencia.
¿Qué se puede esperar de un joven “nacido y criado” entre el hambre, la desnutrición, la mortalidad infantil, la violencia doméstica, el hacinamiento, la discriminación, la promiscuidad, la falta de motivaciones, de acceso a una educación y a una salud esenciales, de posibilidades laborales, donde “el paco” llega antes que los antibióticos, donde el “gatillo fácil” llega antes que el Estado, donde siempre falta “alguien”, porque está preso, o muerto o fugado? Si a esto le sumamos, el agravamiento de estas condiciones de generación en generación; evidentemente, no podemos esperar el surgimiento de una camada de candidatos a Premios Nóbel.
Educar ciudadanos, es mucho más que enseñar buenos modales.
El endurecimiento de las penas o la baja en la imputabilidad hará que quienes cometieron un delito, no lo continúen haciendo durante un lapso de tiempo. Pero, con estas “divisiones inferiores”; el recambio es inmediato.
Porque no es cuestión de “mano dura” o “garantismo”, de “justicia por mano propia” o “puertas giratorias”. Es la pobreza y la desigualdad; estúpido. Y a esas no hay muro, ni rottwiller, ni chumbos que las puedan frenar.

Buenos Aires, 24 de abril de 2009

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