lunes, 7 de abril de 2008

D´ELÍA Y LA SOCIEDAD DECENTE

No me gusta Luis D´Elía. Por los mismos o diferentes motivos por los que no me gustan muchos otros, coincidan o no con mi manera de pensar. Y empiezo aclarando que no me gusta Luis D´Elía para que otros que me desagradan(tanto o más que el mediático personaje) eviten descalificarme en el primer párrafo, colocándome al lado del dirigente “matancero”, acusándome de profundizar las viejas antinomias.
No me gustó que D´Elía marchara a la Plaza de Mayo el martes 25 a la noche. No porque él no me guste. Creo, -como dijo el Jefe de Gabinete-, que tiene tanto derecho a expresarse como los que lo hicieron unas horas antes, cuyas motivaciones y consignas me recuerdan el estribillo de esa canción de Serrat que dice “Entre esos tipos y yo hay algo personal”.
No me gustó que D´Elía marchara a la Plaza de Mayo porque era innecesario. Si no lo hubiera hecho, la dudosa “convocatoria espontánea” de las cacerolas, hubiera quedado como quedó en el recuerdo(o en el olvido de muchos) la primera marcha de Blumberg. Hubiera sido un golpe para el gobierno, hubiera generado interminables debates y las espasmódicas reacciones fogoneadas por los medios de comunicación, hasta que éstos hubieran pasado a “otro tema”, ni bien apareciera el lomo o el cuadril en las góndolas de los supermercados.
Tampoco me gustó que D´Elía le pegara a un tipo que, -gracias a eso-, tuvo su media mañana de gloria hablando en cuanto micrófono se le pusiera adelante. No me gustó porque tampoco me gusta cuando alguien se niega a escuchar lo que el otro le dice. Porque no me gustan los burros y los necios que repiten y repiten lo que oyen(no que “escuchan”) por televisión o radio. Porque no me gustan los tipos que descalifican las opiniones con muletillas como “zurdo”, “peronacho”, “piquetero” o “negro de mierda”.
No me gustó que D´Elía dijera que estaba dispuesto a “matarlos a todos”, porque nunca me gustó que se matara a nadie. No me gustó como no me gusta cuando alguien dice “a estos putos hay que matarlos a todos”, o “a estos negros hay que matarlos de chiquitos”, o “los desaparecidos está bien donde están”. No me gustó porque no me gusta que en mi país se haya matado a los indios, a los gauchos(si; a los gauchos), a los inmigrantes, a los obreros, a los jóvenes y a todos los que se opusieran al poder de turno.
No me gustó que D´Elía dijera “sólo me mueve el odio que le tengo a la oligarquía”, porque tampoco me gusta el odio que a otros los mueve contra la Democracia, las instituciones de la República, la Justicia, el Estado, cuando éstos no satisfacen sus propios intereses o gustos estéticos. No me gustó, como tampoco me gustó el “que se vaya” de los caceroleros.
No me gustó que el mismo personaje saliera, al día siguiente, a decir que “en la oligarquía también hay gente buena”. Sencillamente, porque me recordó a cuando algunos dicen “es zurdo; pero bueno”, o “es peronista; pero piensa”, o “es negrito; pero trabaja”, “es mina; pero piola”.
Como verán, no me propongo defender a Luis D´Elía. Tampoco sumarme a la “sociedad decente”, que “se cree decente”, que “se ve a sí misma com la única decente”, y que ha encontrado en el piquetero, en el cartonero, en el desocupado, el inmigrante o en el trabajador municipal(o presunto “ñoqui”) y en todo el que sea distinto, el nuevo estigma a su autoproclamada decencia.
No me gusta Luis D´Elía, porque me parece tan arrogante, prepotente, mediático y egocéntrico, y destila tanto odio como los que dice odiar; que tampoco me gustan, porque son tan arrogantes, prepotentes, mediáticos y egocéntricos, y destilan tanto odio de clase, como D´Elía; aunque se imaginen distintos.

Buenos Aires, 28 de Marzo de 2008

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