lunes, 1 de febrero de 2010

VERANO DE 2010

No hay caso. Uno no puede tomarse unas copas de más en la última semana del año.
Tampoco irse de vacaciones o pretender desenchufarse de “los medios de crispación masiva”.
Está bien que en los canales que difunden noticias las veinticuatro horas trabaja mucha gente, y que con algo hay que “llenar”; pero… “¡Algo de paz!”, como cantaba el siempre joven Raúl Porchetto.
Basta que, el efecto de las burbujas se disipe y de la playa no queden ni los alfajores, para que “la única verdad” se encargue de recordarnos que es como el Vicepresidente, que no se toma vacaciones, y que, como “Tienda Los gallegos”, “tiene de todo”.
Al terminar el año, a uno no le quedó más remedio que irse a dormir con un manfloro como Ricardo Fort, y terminó despertándose al lado de un tal Martín Pérez(Redrado, por parte de madre), quién, con el calor que hace en este “Coño sur”, se empeña en disfrazarse “a lo Frank Nitti”.
Y, en medio de la confusión de semejante despertar, uno no puede evitar preguntarse si este muchacho no es el mismo que le hizo un desplante parecido a “un tal Domingo Felipe Cavallo”, allá por mediados de los noventa.
No importa. Debe ser la resaca o la insolación; o que todos nacimos ayer.
Para colmo, parecía ser “la bolilla que faltaba” para la fórmula de “la nueva Alianza”; pero, como decía Minguito, le levantaron “el manolito”, y ahora todo parece conducir a la clásica frase policial “nosotros no podemos hacer nada”.
Es que, ahora, los amores de verano son como antes eran los de estudiante: “hoy un juramento, mañana una traición; amores de estudiante, flores de un día son”; más allá de las diferencias que existen entre Miranda y Gardel.
La cosa es que después de tanto “Ruido, ruido, ruido”, como canta Sabina, uno termina convenciéndose que veranos eran los de antes.
El intento de copamiento del cuartel de Monte Chingolo, el ensayo de Golpe del olvidado Brigadier Capellini, tres de las cuatro sublevaciones carapintadas, lo de “La Tablada”, el “primer corralito” de Erman González, los hechos de diciembre de 2001 y la tragedia de Cromagnón ocurrieron en veranos o, al menos, en épocas en que la canícula aplicaba su rigor.
Claro que, con semejantes antecedentes, siempre es preferible un verano como éste; ¿no?
Por más parecidos que haya entre los protagonistas de otros veranos y de éste.
Y, cansados de las imágenes del terremoto de Haití o de los turistas varados cerca de Machu-Pichu, huérfanos de noticias como estamos, a la Presidenta no se le ocurrió mejor idea que decir que la carne de cerdo es buena para la actividad sexual.
Así como cuando los canales de noticias difundieron que las sucursales bancarias de la capital se quedaban sin protección policial, hubo cantidad de atracos a cajeros automáticos (digamos que “el periodismo (de) independiente” se encargó de difundir la información que “los cacos” necesitaban); lo único que se logró, en este caso, no fue un incremento de venta de profilácticos o de test de embarazos; sino un aumento en el precio de la bondiola, de la costillita y de la butifarra.
Pensar que a nadie se le ocurrió recordar que hace un año atrás, con la aparición de la fiebre de la gripe porcina, el que compraba un pechito de cerdo “era un holandés”.
Lo que no cambia es que la culpa no la tiene el chancho; sino quién le da de comer, por más que el tamaño no importe.
Aunque siempre sería bueno recordar la frase del Martín Fierro: “cada lechón en su teta es el modo de mamar”.
Aunque “mamar”, hoy, es un verbo prohibido, después de la sanción que la FIFA le aplicó a Maradona.
¿Todavía no se prohibió decir “Fifa”?
No importa. Sigamos mamando, como dijo “el Diego”, “cada cual en su teta”, como escribía José Hernández, comamos marrano, si el calor nos lo permite; que se viene “el fin del mundo”, en el 2012, y entonces no habrá comisión bicameral que valga.

Buenos Aires, 31 de enero de 2010

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio