domingo, 28 de febrero de 2010

“LA IMPRUDENCIA Y LO OBVIO”



“Se puede perder jugando bien; pero es muy difícil ganar, jugando mal”

César Luis Menotti.

“No es que nosotros hayamos sido los mejores; sino que los que vinieron después fueron peores”

Juan Domingo Perón.




Los futbolistas no suelen ser muchachos “muy versados”.
Los persigue el estigma del “gracia a vo y hata cuaquié mometo”, con el que intentan despedirse, de la forma más educada posible, antes de entregarse al vapor de las duchas.
Sin embargo; los futbolistas, a pesar de no pronunciar una “s” ni para decir “nasta”, poseen algo que la política y el periodismo político que le hace de “claque” carecen.
Es la prudencia.
Quizás el “paso a paso” de “Mostaza” Merlo haya sido su máxima expresión.
Es que, -por lo general-, el imprudente termina chocando con lo obvio; por más que siga insistiendo.
Faltando una fecha para terminar un campeonato, la obviedad le ordena a “Tití” Fernández, o a cualquier periodista, que le pregunte a cualquier jugador del equipo que va primero “si ya se sienten campeones”.
A lo que el futbolista, -respondiendo con las mismas “obvias” reglas de la obviedad-, responderá, indefectiblemente; “¡Aún nos faltan jugar noventa minutos!”.
En cambio, en la política y en el periodismo político, sucede todo lo contrario.
La prudencia suele ser un defecto.
Como en las Eliminatorias del Mundial de Francia 98, en 1997, al igual que José Luis Chilavert, en los ámbitos políticos, se promete, durante días, hacerle un gol de tiro libre a Burgos.
La diferencia está, nada más ni nada menos, en que el ex arquero de Vélez le hizo el gol de tiro libro a Burgos.
Pero, en la política (y en el “periodismo (de) Indepediente”) la pelota va a parar al cartel de Cinzano, y la culpa la tienen el juez de línea, el acomodador de la platea, el boletero y hasta el finado “Chuenga”, por no dejar de vender caramelos en el momento del tiro libre.
De la mala puntería del tirador; ni hablar.
El miércoles 24 de febrero, a través de los dos diarios de mayor tirada y de las radios de mayor audiencia, senadores opositores anunciaban ser “37”, contra “35” del oficialismo.
Con lo cual; la oposición se aseguraba “el control total” de uno de los Poderes de la Nación.
Pero, a “la hora de la verdad”, “en la cancha”, “donde se ven los pingos”, faltó uno.
Nada más, ni nada menos que Carlos Saúl Menem.
Es más. Nadie recuerda qué fue de la suerte del Senador Carlos Verna, quien prometía convertirse en “la estrella de la jornada”.
Sólo Eduardo Van Deer Kooy , ese miércoles, pareció darse cuenta de que algo de lo que pasó, podía pasar; pero, parece, nadie lo leyó.
Ahora bien; si Carlos Menem era tan malo y “maquiavélico” antes de la votación en el Senado; ¿cómo es posible que los que se consideraban “los buenos” lo contaran como “uno propio”?
Como eternos adolescentes, siempre terminamos discutiendo de lo mismo.
Cuando es “Borocotó” el que se pasó de bando; se “borocotizó”.
Cuando fue Felipe Solá; no.
Cuando Cobos traicionó al Radicalismo; “lo compraron”.
Cuando traicionó al Kirchnerismo; “actuó a conciencia”.
O viceversa.
Cuando Cobos traicionó al Radicalismo; “supo privilegiar los intereses supremos de la nación”.
Cuando traicionó al Kircherismo; “¡saludos a Vandor!”
Parecido a aquel diálogo entre James Carter y Henry Kissinger, previo al triunfo de la Revolución Nicaragüense.
El dictador Anastasio Somoza le pedía al gobierno norteamericano una “ayuda militar”, a la que Carter se negaba.
El Secretario de Estado, Henry Kissinger, hacía las gestiones pertinentes para ayudar al dictador nicaragüense, en esos tiempos de la “guerra fría”.
-“¡Es un hijo de puta!” –argumentó el Presidente.
-“¡Pero es ‘nuestro hijo de puta´!” –retrucó el Secretario de Estado.
-“Es ‘nuestro hijo de puta´” –habrán dicho en Olivos, hace un par de años, refiriéndose a Cobos.
-“Es nuestro hijo de puta”, -habrán dicho Rubén Giustiniani, Norma Morandini, Luis Juez, Gerardo Morales, Ernesto Sanz, María Eugenia Estenssoro, y demás senadores, respecto a su colega Menem.
¿En qué quedamos?
¿Somos “los más buenos”, aunque tengamos a Menem en “nuestras filas”?
En un razonamiento “maquiavélico”; si.
Siempre y cuando “el hijo de puta” no se mande “una hijoeputéz”
¿Y qué se puede esperar de un hijo de puta, por más que la madre haya sido una santa?
¿Seguirá teniendo la culpa el chancho; o “quien le da de comer”?
Lo cierto es que hay partidos que se pierden porque “el otro” juega mejor; y hay partidos que se pierden porque uno es estúpido.
Si ésta es la estrategia parlamentaria; ¿qué nos espera para el último fin de semana de octubre de 2011?

Buenos Aires, 28 de febrero de 2010

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